Justo por las “caídas” que les dejan aprendizajes, las porristas desarrollan bases emocionales que las guían por el resto de sus vidas. Crecen sintiéndose más confiadas, fortaleciendo su carácter y preparándose para recibir las cosas como vengan.
Además, aprenden a ser más asertivas en la comunicación, pues este factor es fundamental para desarrollarse en el arte de la animación.