La conquista
Los últimos años del imperio mexica se vieron ensombrecidos por la amenaza que llegaría con los españoles; para los indígenas haber tenido avisos de varios modos era la advertencia de lo que vendría, en la última fiesta de toxiuhmolpilia (ceremonia del fuego nuevo), durante el mes de panquetzali en el año de 1507, el pecho abierto de un sacrificado no quería dar la nueva llama, no prendía a pesar de los esfuerzos, después de un buen rato encendió, y el valle de México se vistió de fiesta, una vez más haciendo sonar flautas, huéhuetls y teponaztlis. Sin embargo, para los sabios el no haber encendido con facilidad, fue un muy mal augurio junto con la resurrección de una hermana del emperador Moctezuma con un aspecto terrible.
Y nada más lejano de lo que sucedería. Hernán Cortés se acercaba y los mexicas, como todo imperio, se habían encargado de hacerse odiar por varios pueblos de los que habitaban nuestro país. Al irse aproximando los españoles a la capital del imperio, la impresionante ciudad de Tenochtitlan, se les fueron aliando los enemigos de diversos pueblos como los tlaxcaltecas, totonacos y tantos más, conformando así un ejército de ochenta mil hombres dispuestos a terminar de una vez por todas con el pueblo más poderoso de los últimos años de la historia mesoamericana.
La ciudad que describiera Bernal Díaz del Castillo como la más hermosa que hubiera visto jamás, que ni la Venecia que era considerada la más bella de Europa se podía comparar, cayó finalmente y con ella los años de historia mesoamericana indígena. A partir de ese momento comienza la historia del mestizaje que todavía no se acaba de asimilar y comprender. Los detalles de estos amargos y escalofriantes días se pueden leer en las crónicas de la época; y para los aliados indígenas del ejército español la suerte no sería mucho mejor, ya que no dejarían de ser indios, mano de obra.
Al comenzar los años de conquista, una vez más muy aparte de la cantidad de maltratos ejercidos por los españoles hacia los nacidos por acá, se hablará más de lo que sucedía con la música, sin desligarse tampoco de los hechos históricos, para comprender mejor lo que sucedió durante estos años que fueron combinando la sangre y los sonidos de muy diversos pueblos del mundo.
A la par de las armas de fuego, los soldados envueltos en fierro y montados en monstruos, las enfermedades que en mucho mermaron a la población indígena, llegaron la música religiosa, la profana y la guerrera española, junto con una serie de instrumentos musicales totalmente desconocidos en el continente americano y heredados a su vez de otros pueblos como el judío o el árabe.
Una vez que los pueblos quedaron sometidos al mandato de la corona española, fue tiempo de evangelizar y “civilizar” a los naturales de estas tierras. Los españoles, al poder y al mando; los indios, a la siembra, las minas, al trabajo pesado. De ser pueblos con una riqueza cultural de lo más elevada entre las culturas del mundo, pasaron a ser reprimidos en su forma de vivir y de pensar. Sin embargo, no se pueden transformar siglos de sabiduría e historia, y lo que fue sucediendo forjó una nueva manera de ser: el mestizaje. Una nueva patria que asimilaría lo ya obtenido junto con lo que fue llegando. Es entonces cuando se habla también de sincretismo, ya que las maneras de ver el mundo se fusionan y nunca será lo mismo un cristiano en Sevilla que uno en la sierra norte de Puebla, por poner un ejemplo.
Para los españoles, apasionados e impulsivos, era vital transformar a esta multitud de indios en cristianos, por eso la evangelización fue tan arrasadora en los años coloniales. Se construyeron cualquier cantidad de iglesias, capillas, conventos y monasterios en todo el territorio americano, y junto con eso se enseñaba la doctrina cristiana, se bautizaba con nombres decentes a los indios y se enseñaba a cantar, tocar instrumentos y hacer misas como dios manda.
Afortunadamente, los españoles eran un pueblo que se mezcló, e inclusive en muchos casos, a pesar de todo lo que destruyó, hubo lugares y objetos que respetó. No es el caso de los ingleses con los pueblos de América del norte, en los cuales todo quedó destruido o en el mejor de los casos reducido a una reservación. A los indios de México, se les enseñó el Evangelio, se les “reeducó”.
La evangelización a través del arte
En los espacios religiosos que se conocen hoy en día, tenían lugar misas y maneras de evangelizar muy particulares, los españoles fueron desarrollando una serie de métodos para convencer a los nativos de que su dios era el mejor de todos y de que si no eran bautizados y vivían bajo la fe católica, se irían al infierno.
Una de las maneras más efectivas, fue sin duda el teatro evangelizador, que incluso se sigue realizando en muchos lugares del país. Ésta fue una excelente manera de enseñar a los indios la palabra de Dios, se hacían representaciones del Nacimiento de Jesús, de los Reyes Magos, e inclusive de Santiago apóstol, quien evangelizara España, pero representado como todo un caballero, hasta con su escudero y luchando contra los moros. Aunado a esto, las fiestas patronales que surgieron al dar nombre cristiano a los poblados. Al ir observando todo esto, se constata que sigue totalmente vigente y, claro, aderezado con las músicas propias para cada ocasión. Para todos los pobladores de la llamada Nueva España, era forzoso ir a misa.
He aquí que los primeros en llegar con el propósito de evangelizar fueron los franciscanos, emprendedores que se metieron a todos lados, los más remotos pueblos quedaron protegidos de Satán al tener una capillita en el peor de los casos, y con todo esto, una manera de hacer música. Las misas de ese entonces se acompañaban de cantos corales y obras impresionantes para los instrumentos en boga en aquellos años, a la manera Europea. Siendo así, los indios, además de la doctrina religiosa, aprenderían a elaborar y tocar instrumentos, música Europea, composición.
Los instrumentos traídos por los conquistadores
Las flautas de madera de varios tamaños. Los cornetos de marfil o madera, las trompetas, naturales sobre armónicos. Las chirimías (oboe antiguo), las trompas (corno francés), sacabuches (trombón), bajones (ancestro del fagot), un gran número de percusiones, y las cuerdas, guitarras barrocas, violines, violas, raveles, arpas, salterios, y el majestuoso órgano que florecería dando bellísimos ejemplares en el continente.
La primera escuela de música de América
A un lado de las iglesias, sobre todo las más importantes, se enseñaba música en colegios sumamente estrictos, El convento de San Francisco, en la ciudad de México, daría espacio a la primera escuela de música en América, con el nombre de San José de los Naturales: este lugar se encargaba de formar a cientos de jóvenes indígenas, y la sorpresa sería que el talento de los pueblos nativos daría de que hablar al mundo, ya que con los años, en México se llegaron a hacer instrumentos de lo mejor, al grado de que se exportaban a Europa violines, guitarras? los músicos mexicanos comenzaron a aprender también las materias propias de la usanza Española, contrapunto, armonía, solfeo, polifonía, orquestación y dieron también excelentes compositores, como Juan de Lienas, de quien desafortunadamente se han perdido muchas partituras, pero lo que ha llegado hasta nuestros días da testimonio de un talento fenomenal, de origen tlaxcalteca, este compositor llegó a manejar a tal grado el lenguaje occidental, que compuso misas, villancicos y obras a la altura de los mejores maestros de capilla de aquellos años. Cabe destacar que a los indios de clases altas, se les preparaba con mayor fervor.
Los maestros de capilla
Eran los encargados de componer la música que se tocaría en las misas. En sus manos quedaron las mejores obras que se compondrían en los años de la Colonia; todos fueron de origen Europeo, eran criollos, y aunque por muchos siglos quedaron en el olvido, hoy en día se han rescatado muchas de sus obras que dan testimonio de verdaderas joyas de la composición barroca.
Las catedrales de las ciudades importantes de la nueva España, eran verdaderos centros de enseñanza y cultura, las misas eran algo muy lejano de lo que se conoce hoy en día, duraban horas y el esplendor de la música que las acompañaba es algo que dejamos de ver hace mucho tiempo. Orquestas completas, coros y órganos interpretaban las obras compuestas ex profeso para la ocasión, y verdaderamente la exquisitez de los sonidos que producían inducía a la concurrencia en un estado de comunión con Dios.
Como dato curioso, hay que aclarar que estos maestros de capilla ganaban muy buen dinero, además de que no se limitaban a componer música religiosa; por esos años, se les encargaban obras profanas como óperas en el siglo XVII, conciertos y corales. Algunos de los más destacados nombres que han llegado hasta nuestros días son los siguientes, y si desgraciadamente no se cuenta con toda su obra, han legado partituras espléndidas que existen a la fecha:
Antonio de Salazar. De origen Sevillano, se le considera el último de los compositores del siglo de oro español. Hacia 1688 era maestro de capilla de la Catedral de Puebla. Murió en 1715.
Manuel de Sumaya. Criollo nacido en la Nueva España. Fue niño del coro de la catedral de México, donde hiciera su carrera musical y eclesiástica. Para 1703, era asistente de Antonio de Salazar. Trabajó como maestro de capilla en Oaxaca, llegando a recibir un muy buen sueldo. Entre sus obras se encuentran misas y óperas.
Ignacio Jerusalén. Fue músico de teatro. Maestro de capilla de la catedral metropolitana en 1750.
Vicente Ortiz de Zárate. Maestro de capilla en Guadalajara.
José Gabino Leal. Maestro de capilla en la ciudad de Morelia.
Francisco Delgado. Maestro de capilla durante los últimos años del Virreinato.
José Mariano Elízaga. Maestro de capilla en la ciudad de Morelia, Iturbide lo nombró músico del Imperio.
Mariano Placeres. Maestro de capilla en la ciudad de Durango.
Estos son algunos ejemplos de los que hicieron la música de los años de la Colonia, como se mencionó anteriormente, las influencias iban y venían así como nuevas culturas a este continente, en esos años entrarían los negros, ahora llamados nuestra tercera raíz.
El sincretismo musical
Si bien por esos días se educaba a los indios, tampoco se les consideraba “iguales”, así es que las culturas en México se fueron creando de muy diversas maneras: por un lado, los criollos y sus costumbres a la usanza española: misas (incluso algunas compuestas en lenguas indígenas para que fueran comprendidas), óperas y demás que se enseñaban al pueblo, pero que no eran lo que necesariamente más los identificaba con su manera de ser.
Así como se fueron mezclando las sangres y derivando en algo nuevo, así se fueron recreando los llegados instrumentos, en las iglesias no se permitía tocar con huéhuetls o teponaztlis o con cualquier instrumento de las culturas prehispánicas, ya que eran cosa del demonio; sin embargo, fuera de éstas, las cosas se iban mezclando de manera muy singular y según la región donde se estuviera, el fenómeno sucedía distinto.
Los instrumentos de cuerda irían tomando tan diversas formas que actualmente es muy distinto hablar de una vihuela de mariachi que de una jarana huasteca o una guitarra chamula, si bien su origen es el mismo (la guitarra barroca) y tienen similitudes, son muy distintas en cuanto a los materiales que las hacen, la afinación y, por supuesto, los géneros que acompañan. Lo mismo sucedería con arpas, violines, violas, flautas, chirimías, percusiones y demás. En las zonas donde hubo más negros, la música tiene una clarísima influencia, es el caso de Veracruz o la costa chica de Guerrero y Oaxaca.
También con ellos llegaron nuevos instrumentos como la marimba, el marimbol y nuevas percusiones.
Entre los indígenas se llegan incluso a encontrar piezas musicales con una marcada influencia renacentista y barroca, al grado que pareciera que el tiempo se congeló.
Los bailes negros, llenos de sensualidad, llegarían incluso a prohibirse por considerarse cosa del diablo que incitaba a las bajas pasiones, como es el famoso caso del Chuchumbé.
Entre estos recién nacidos sones y jarabes, encontraremos la música que daría espíritu a una nueva nación.
El pueblo mestizo, al margen de las sociedades que se enriquecían con su trabajo, creaba, por otro lado, las expresiones que hoy en día dan el sello mexicano.
Los años han pasado, la santa inquisición y los colonizadores se han ido, pero de entre todos esos años de explotación, encontramos lo más valioso del nacimiento de nuestra cultura. Y lo más curioso es que México rescata cada vez más todo eso y no es nada difícil encontrarse un buen grupo de personas en un fandango bailando la nueva versión del Chuchumbé.