Música clásica por amor al arte

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Un sonido que semeja el gorjeo de los pájaros va apoderándose de la iglesia de San Pedro de Mendigorria (Navarra). Suena una sonata (la K. 422) de Domenico Scarlatti. Así arranca el Festival Internacional de Música Clásica que se celebra desde hace 12 años en este municipio de 1.078 habitantes. Comenzó el pasado domingo y se clausura el día 9 de agosto con un homenaje al violinista Pedro León, fallecido en septiembre pasado. Serán en total seis conciertos de digna talla, asegura su director, el pianista Alberto Urroz. Y todo ello con un presupuesto irrisorio: “2.700 euros, aunque me da vergüenza decirlo”.

Mendigorria no es Peralada, ni la Quincena Musical donostiarra, ni Granada. Estos organizan grandes festivales con las mejores filarmónicas e intérpretes del mundo; manejan cuentas que rondan los tres millones de euros. La singularidad de Mendigorria es que todo está orquestado, con mucha modestia económica, para “popularizar el gusto por la música clásica entre la gente que de otra manera no tendría acceso a este tipo de conciertos”. Urroz ha conseguido consolidar un festival “humilde pero digno” en un entorno muy singular.

En Mendigorria, a 21 kilómetros de Pamplona y vecina de Puente la Reina y Estella, dos pasos obligados del Camino de Santiago, se dan las condiciones para organizar una cita con al clásica y la lírica. La iglesia de San Pedro, con mezcla de estilos gótico-renacentista y neoclásico, fruto de dos impulsos constructivos en los siglos XVI y XVIII, tiene un valiosísimo retablo romanista terminado en 1610. “Es un escenario inmejorable para un festival de música clásica”, afirma el pianista navarro. Mendigorria ofrece además otro templo, la iglesia de Santa María (del XIII pero reconstruida totalmente en el XIX), y un cine de los años 60 “con una acústica extraordinaria”.

El Festival de Música Clásica pivota sobre estos tres marcos, con alguna incursión en La Casa del Vínculo de Puente la Reina. Los artistas son, en su gran mayoría, “grandes amigos” y “compañeros de fatigas” de Urroz, a los que este abona un caché “simbólico” que prefiere no desvelar, vuelve a decir, “por vergüenza”: “Con 2.700 euros nos llega para alquilar y trasladar los pianos, y para poco más”. Todo es muy artesanal y voluntarioso en Mendigorria, aunque el resultado final “no desmerece, al contrario, es de un alto nivel artístico”, opina Iñigo Yoldi, un arquitecto local asiduo a los conciertos.

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