La música tiene el poder especial de transportarnos en el tiempo, estimular nuestros sentimientos más profundos, las emociones, evocar recuerdos y brindarnos compañía fiel toda la vida. ¿Quien no se ha sentido cautivado por el esplendor, la musicalidad virtuosa, apacible y majestuosa de las sinfonías de Mozart, Beethoven, Händel, Bach o Vivaldi, por ejemplo?
Estos himnos a la paz y el reposo interior son solo un pequeñísimo ejemplo de los millones de melodías, armonías y ritmos que cada amanecer, atardecer y anochecer han acompañado la cotidianidad, alegrías, festejos, amores, desamores, angustias y tristezas de la humanidad durante siglos.
Y en nuestro cálido ambiente tropical, no hay nada más emocionante que sentir el amor de patria, a través de las notas de un bambuco, un pasillo, una cumbia, o un joropo. La expresión musical folclórica nos transporta al campo, a su agricultura, al olor de la tierra, al aire puro y saludable, a nuestro terruño, y nos evoca momentos inolvidables.
La música también impulsa y anima al campesino mientras toma tinto en la madrugada o desayuna, escucha su música favorita, y se alista para el trabajo en la finca. Estas situaciones cotidianas llevan a replantearnos la participación que le damos a la música en nuestra vida, para encaminarnos hacia la armonía con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Estudios internacionales recientes abordan las siguientes reflexiones, basadas en estudios clínicos y entrevistas, para desentrañar el papel que juega la música en nuestra salud mental: ¿Sabe que nuestra música preferida tiene mucho que ver con nuestro estado anímico, identidad, manera de ver la vida, salud mental y realidad espiritual? ¿Por qué nos gusta determinado tipo de música? ¿Cómo nos sentimos al escuchar música? ¿Cuál es nuestro estado anímico cuando escuchamos música en momentos de soledad? ¿Por qué la música a veces nos trae recuerdos del pasado o nos deprime? ¿Es bueno buscar refugio en la música en momentos de crisis?
Más allá de los aspectos meramente recreativos y emocionales, de festejo, celebración o afecto, la música juega papel primordial en todas las esferas de la sociedad, ya que toca las más íntimas fibras del ser humano, incluida el área espiritual, como narran algunos textos milenarios.
Impacto en las emociones
German Aguirre Licht, médico siquiatra y sicoanalista, asegura que la música que cotidianamente nos acompaña y que nos agrada escuchar, forma parte importante de nuestra salud emocional, ya que a través de ella evocamos recuerdos, momentos y también puede ayudar a relajarnos, distraernos, a expresar nuestra alegría y hasta nuestra propia identidad.
Según el especialista, “la música es un estímulo o lenguaje que actúa sobre el cerebro y las emociones. No obstante, puede afectar a un individuo en mayor o menor grado, dependiendo de la educación y experiencias vividas.
La música, a través de su fuerza vibratoria, puede ayudar a relajarnos o por el contrario, puede indisponernos y convertirse en compañía poco gratificante cuando pasamos por algún momento depresivo, de angustia, estrés o incertidumbre”.
Música y depresión
La depresión es uno de los grandes males de la sociedad de nuestro tiempo y afecta a todas las edades, principalmente a los jóvenes debido a múltiples causas. Muchas veces, los jóvenes con problemas se refugian en el alcohol, las drogas y la música para escaparse de la realidad y los conflictos.
Por esta razón, Aguirre asegura que en estado de embriaguez o bajo efecto de drogas, la música contribuye a elevar los niveles de excitación del cerebro. Es por eso que cuando una persona tiene un trastorno depresivo con tendencia al suicidio, llega a identificarse con el tipo de música que expresa su estado anímico.
“Evidentemente, a través de ciertos géneros de música popular y moderna de connotaciones melancólicas o mensajes depresivos, y si se escuchan acompañados de alcohol o droga en un coctel mortal, el impulso suicida se puede incrementar.
Sin embargo, hay que aclarar que la música simplemente potencializa el estado anímico de la persona que la escucha, pero en sí no es la causante del estado depresivo”, afirma Aguirre Licht.
Saida Castro, licenciada en sicología y pedagogía en la Universidad Nacional, y con experiencia como docente durante 19 años, ha observado la gran influencia que tiene la música en niños y adolescentes. “Los problemas son muy fuertes en los menores y están relacionados con el tipo de música que escuchan.
De acuerdo con los gustos musicales, los menores adquieren un carácter que los identifica, así como su vestuario y hasta su forma de relacionarse con los demás. Simplemente adoptan la cosmovisión del género musical y la filosofía de sus ídolos (cantantes o músicos)”.
Anthony Storr, siguiatra y miembro del Royal College of Physicians y del Royal College of Psychiatrist de Londres, afirma en un estudio que la música puede hacernos llorar o generarnos placer intenso y agrega que, al igual que el enamoramiento, tiene la capacidad de transformar nuestra existencia por completo.
Reacción cerebral
Hace siete años, la Orquesta Filarmónica de Bogotá, le sirvió como ‘conejillo de indias’ al científico colombiano Rodolfo Llinás, reconocida autoridad mundial en neurociencias, para mostrar cómo se relacionan la música, el lenguaje y el pensamiento.
En un informe divulgado por la Universidad Nacional, Llinás afirmó que “de la misma manera que los niños aprenden un idioma sin necesidad de estudiar previamente su gramática, el ritmo interior del cerebro nos permite sintonizarnos con una melodía y emocionarnos sin saber nada de teoría musical, porque en ambos casos se trata del desarrollo de sonidos que no requieren “traducción” por parte de la cabeza.
“La música, que solo existe en el cerebro, es producida por él sin necesidad de códigos, entra directamente”. Además, anotó Llinás, “las raíces del lenguaje y de la música son las mismas”. Quizá por esto la música sea reconocida como el lenguaje universal. Sin olvidar que es posible afinar el talento musical, especialmente a temprana edad, cuando las estructuras cerebrales son más flexibles.
Música sanadora
La música ejerce tal poder sobre la salud del ser humano, que actualmente algunas áreas de la sicología y la medicina acuden a terapias musicales a través de procedimientos especiales (conocidos como musicoterapia), para tratar dolencias de personas que tienen problemas de salud o del aprendizaje.
Así mismo para aliviar trastornos crónicos y/o degenerativos, problemas de farmacodependencia y daño cerebral, entre otros. En personas saludables, estas técnicas pueden ayudar a manejar el peligroso estrés, causante de muchas de las enfermedades que afectan al ser humano.
Higiene mental
Hay que tener en cuenta que el universo de la música es amplio y complejo, y está ligado a tradiciones culturales, nivel sociocultural, entorno familiar, educativo, principios éticos, morales y condición espiritual. Tenga presente que si se siente deprimido o triste, no ingiera bebidas alcohólicas, ni tampoco escuche música que le evoque situaciones negativas, principalmente si usted está solo.
Estas personas deben buscar la compañía de familiares o amigos que le brinden afecto y con quienes pueda dialogar, ser escuchado y recibir voces de ánimo y aliento espiritual permanente, acompañado de la oración y el hábito necesario de la práctica deportiva habitual, para procurar bienestar y buena salud en general.
Según estudios clínicos en varias partes del mundo, hay que escuchar géneros musicales que traigan paz, libertad y relajamiento que le ayuden a superar los miedos, y aprender a estar consigo mismo y en armonía.
Algunos especialistas advierten que hay que tener cuidado cuando se conduce un vehículo ya sea de servicio público o particular, pues si se tiene el equipo de sonido a volumen alto como si se tratara de una discoteca ambulante, quien va manejando puede perder capacidad asociativa y de concentración para responder adecuadamente ante un imprevisto. Esta situación también estimula los niveles de agresividad.
Por: Jorge E. León Pineda