Cuando el concierto se acaba y las luces se apagan, Gerardo Urbán se convierte en un toluqueño más, amante de las tortas.
Al frente de la Orquesta Filarmónica de Toluca, Gerardo Urbán y Fernández, transforma el mundo en un espacio más estético, al nacer en una familia con seis generaciones de músicos le enseñaron el idioma perfecto para crear belleza en un entorno cada vez más caótico. Hoy las notas siguen fielmente su batuta, sin embargo, cuando el concierto se acaba y las luces se apagan, el director de orquesta se convierte en un toluqueño más, amante de las tortas del centro, del obispo de Los Portales y del color de la Feria del Alfeñique.
Alguna vez pensó dedicarse a otra profesión?
Si me dijeran ‘ya cumpliste tus metas qué quieres hacer ahora’, creo que montaría una empresa de expediciones para ser guía en las montañas de Sudamérica, África o Asia, me gusta mucho caminar y viajar. Solo una vez pensé dedicarme a otra cosa, cuando terminé la prepa ya llevaba muchos años estudiando música y estaba un poco harto, entonces le dije a mi papá que quería ser doctor, él sufrió un shock tremendo, fue un drama, me dijo ‘es imposible, te apoyamos, pero ¿de qué vas a vivir?’ Después vi que la medicina no era un verdadero deseo, solo quería un cambio, creo que fue el único momento en que pensé en no dedicarme a esto. Así que me fui a Milán y estudié la Licenciatura en Piano, en Composición y la Maestría en Dirección de Orquesta.
¿Qué le dejó estudiar en el extranjero?
Los 12 años que estuve allá me nutrí de muchas ideas y cuando regresé dije por qué no hay ópera, ballet, flashmob, rock sinfónicos, ¡pues vamos a hacerlo!, porque al volver intentas aportar lo que aprendiste con gran cariño por la ciudad en donde vives.
Aquí nací, me enamoré, he sufrido cosas tristes, vivido alegrías muy grandes y aquí quiero que me entierren porque esta es mi casa, entonces siento que mi obligación es contribuir a que sea un lugar bonito, como toluqueño debo hacer mi parte.