UNINTERLINGUA 2015
U N I N T E R L I N G U A 42 seguro, sino atracción terrorífica. La crisis plantea la lucha por la identidad y por la per- tenencia social, y en su intento por lograrlas debe alejarse de los padres, probar ese otro mundo afuera de lo familiar para familiari- zarse con él mismo, porque es un extraño para sí, que además extraña su infancia. Él ahora es el carrete del juego infantil, debe arrojarse para recuperarse. Los padres no están disponibles, ellos mismos están en crisis y también en duelo: perdieron al hijo niño, al hijo ideal y su crecimiento los en- frenta con la finitud de la vida. Por eso a veces no dejan crecer, no dejan salir, exa- geran los peligros porque se sienten ellos mismos en peligro de muerte. ¿Qué puede hacer el hijo? Una solución posible es renunciar a la lu- cha por ser, y “adaptarse”, igual que el que copia una obra realizada en lugar de arries- garse al peligro de crear. El azar podrá tal vez darle la oportunidad en la vida, de otra crisis que no podrá evitar. Entonces lo po- dremos ver en el consultorio como decía un paciente adulto: me siento una bola de billar que nunca jugó y de pronto una mano invi- sible me avienta, no sé hacia dónde y sola- mente me golpeo con las bandas. Es más, no sé si soy la mano, la bola o las bandas. En el espacio analítico se abre también la posibilidad de crear, construyendo una nue- va óptica para una vieja historia. Cuerpo y espacio que nuevamente deben constituirse. Los dibujos de adoles- centes grafican con frecuencia partes del cuerpo: un ojo, una nariz, una oreja, imáge- nes de fragmentos que necesitan hallar una nueva composición. Las identificaciones se movilizan e incrementan, otras se toman y se dejan en el camino que es búsqueda de la respuesta a la pregunta de qué es ser una mujer o qué es ser un hombre. Mien- tras, varones y mujeres se igualan en la forma de vestir ocultándose las diferencias, como moratoria para la definición. Sin embargo, el tiempo no puede de- tenerse, lo social, la familia y el propio Ideal presionan a tomar decisiones que atañen a esa futura identidad aún difusa. Entonces el adolescente tendrá que decidir su voca- ción, pero ¿cómo definir hacia dónde incli- narse en tan precario estado de equilibrio? Nuevamente frente a este dilema se abren opciones: adaptarse imitando (ser médico como papá); realizar el deseo de los pa- dres, lo que ellos no pudieron ser; o con- seguir una brújula, consultando el oráculo del orientador vocacional que le aplicará tests para medir habilidades, no pasiones; o finalmente arriesgarse a enfrentar al fan- tasma del error que amenaza con destruir el anhelo de perfección, complicarse en los avatares de un camino para encontrar una actividad creativa. Sueños del futuro que pueden convertirse en pesadillas. Entre sueños y pesadillas se inaugu- ran nuevos juegos en la adolescencia, son los que se refieren al amor. Cuando Hora- cio Quiroga escribió sus “Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte”, tuvo la inspiración creadora para reunir tres conceptos que es- tán íntimamente relacionados por un deno- Dra. Raquel Chagas
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