UNINTERLINGUA 2015
U N I N T E R L I N G U A 44 morado, es vivido como mágico y más que una elección parece un encuentro con el destino. Quizás lo sea, ¿acaso todo encuen- tro no es una cita? ¿No nos sentimos atraí- dos por los rasgos o cualidades del objeto amado que coinciden con nuestro propio mapa de amor trazado desde la infancia? Al igual que el niño, el adolescente enamorado distorsiona tiempo y espacio. El tiempo feliz de los encuentros es siempre muy breve y el de las ausencias tormento- samente prolongado y así como los peque- ños intentan elaborarlo, los enamorados juegan su “Fort-Da” en la fantasía solitaria en la que estructuran la próxima cita. Lo que evoca los primeros juegos del niño que in- tenta sobrellevar la ausencia del objeto. El espacio del enamorado es la búsque- da de fusión, es aceptar perderse en el otro; para el otro, en un verdadero vértigo de la identidad que atenta contra lo indivisible. Retorno a los orígenes de lo humano, donde no hay diferencia entre “Yo”, “no-Yo” y se es uno con la madre. Fusión omnipotente del narcisismo primario, que se plantea como una necesidad de cubrir un vacío, recupera- ción de la completud narcisista, expectativa a la que nunca se acaba de renunciar y que sobrevive en cada sujeto como aspiración de perfección en la instancia del ideal del “Yo”. El enamoramiento en el adolescen- te le permite consolarse de la separación con sus padres, transfiriendo su depen- dencia emocional hacia la persona amada. La diferencia que establece Freud en 1914, en Introducción al Narcisismo, entre elección de objeto narcisista y anaclítica, tiende a atenuarse en el enamoramiento. En el enamoramiento se dirige al objeto de amor un gran monto de libido narcisista y éste sustituye al ideal del “Yo” que el sujeto no alcanza. El objeto de amor se coloca en el lugar del ideal del “Yo” y devora al “Yo”, quien se ve empobrecido. Freud asocia el estado amoroso al nar- cisismo: la elección del objeto de amor sa- Dra. Raquel Chagas
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