UNINTERLINGUA 2017
Marcela del Río Reyes gunos métodos son instrumento de demostración de un elemento y otros son de otro elemento, así pues, enuncio aquí algunos de los marcos concep- tuales en los cuales apoyo mi propuesta de lectura: De John R. Searle, tomo los conceptos de intencio- nalidad y convencionalidad , para establecer la di- ferencia entre lo que el texto promete como ficción y como historia y lo que el lector-público recibe como historia y como alegoría, transvasados, es decir, tomando en cuenta la confluencia entre el tiempo histórico real y el tiempo alegórico ficcio- nal a los que refiere el texto. Empleo el término lector-público para sintetizar en un solo semema las dos formas de acercamiento a la obra: leída o vista. De Wallace Martin, tomo el criterio que él explica citando a Frye, cuando resume la teoría de Scholes y Kellog, sobre la confluencia entre lo empírico y lo alegórico. Y de Bühler y Jakobson, su cuasi coincidencia con el Organum de Platón. Para desembocar así en el marco de Michael Riffa- terre, para la descodificación del término oculto y la sustitución de un nuevo código que abrirá un nuevo horizonte de referentes al lector-público. Para clarificar - o justificar - el por qué se re- quiere hablar de historia para abordar el análisis de un texto, es preciso señalar tres cuestiones bá- sicas: 1ª Por el cambio de referentes que implica para un lector-público el que una obra haga alu- sión a la historia de un país, o a la historia de otro país. El texto abre en dicho lector-público todo un horizonte referencial, a la evocación de Enrique VIII de Inglaterra, (que es el personaje que apare- ce en la obra), que habrá de ser muy diferente, al que abra la evocación del dictador Santa Anna de México. 2ª Porque la diferenciación que se establece entre los aspectos intencionales y los convencio- nales del lenguaje sólo puede fincarse en la com- paración entre el tiempo histórico cuasi empírico al que refiere el texto, de un hecho histórico real, y el tiempo alegórico al que refiere la sustitución del término oculto, que proviene de un tiempo que precede al hecho histórico ficcional. Y sólo sa- cando a luz los referentes históricos, puede cues- tionarse si hay una conciliación o una oposición entre esos aspectos del lenguaje que habrán de confirmar o desconfirmar la intención textual de un personaje. 3ª Porque sólo a través de una visión diacró- nica pueden plantearse las preguntas -con o sin respuesta -, sobre diversos aspectos fundamenta- les previos a un juicio de valor, tales como: ¿De qué modo la sustitución del elemento represen- tado por el elemento oculto, modifica el referen- te del lector-público de hoy día? ¿y cómo habría modificado el del lector-público del tiempo en que la obra fue escrita, dentro de México, y fuera de México? ¿De qué modo tal sustitución modifica la valoración intrínseca del texto, y la valoración del autor? y ¿de qué manera una lectura con la sustitu-
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