UNINTERLINGUA 2017

Al lado de mí estaba sentado el señor Obispo, que le decían el “Obispo rojo” y entonces se voltea y me dice: “¿qué le pasó?, parece usted que viste de semana santa”, por los chorros que tenía en la ropa por la pintura del champú que con el calor se des- lavó. En ese momento entendí que los que se pe- lean con la naturaleza, pierden. No hay nada que hacer, hay que amar la vida y la vida la manifiesta en cada instante.  En una ocasión el obispo me dijo: “maestro ¿ha pensado usted algún día en la eternidad?”, se me hizo raro. Le dije: “señor Obispo, no pienso en la eternidad porque estamos en la eternidad, ese constante cambio en donde estamos es la eterni- dad, es el principio y es el fin, es la unidad eterna lo que nos sucede, somos parte y la eternidad so- mos todos”. Entonces considero que lo que tene- mos que hacer ya fue dicho, pero yo no lo digo porque ya ven lo que pasó, lo crucificaron, porque decía que su padre era el más fregón y entonces se lo llevaron, así que prefiero no decir eso. Pero sí, la verdad ha sido dicha por Jesús: “Amaos los unos a los otros”. En ese momento no habrá conflicto, no habrá guerra, no habrá asesinatos.  Yo viví en París con la familia imperial de Rusia. Un día viene un señor de obras públicas de More- les a quien le estaba tramitando un permiso para construir unas torres en un terreno muy asombro- so que tengo, y me dice: “¿qué va a construir?”, yo le conteste: “voy a construir unas torres”. Era tan difícil conseguir los permisos para las torres por lo que me dice: “pues solo que me den un pent-hou- se”. Y le contesto: “yo soy de principios y prefiero no hacerlo, déjelo así”, porque no era conveniente impulsar la corrupción con aquellas personas que están ya exhibidas y confundidas. No es así como se debe vivir en paz, se tiene que crear, se tiene que trascender con los pensamientos o con la obra, con las acciones, con todo aquello con lo que la vida nos permite ser.  Yo no soy un amante de la vida, nací para amar la vida y soy un hombre feliz porque logro querer- Víctor Manuel Contreras