UNINTERLINGUA 2017

gi- g an - tes del a l m a , (Edi c iones Lidiun, 1947) nos pide hacer un esfuerzo imaginativo para representar los orígenes de la vida en nuestro planeta, don- de los primeros seres vivos del reino vegetal, esos que aparecieron en el fondo de los océanos donde las fluctuaciones del ambiente eran suaves y lentas, de pronto, en su primitivísimo protoplas- ma celular, recibieron el impacto feroz de nuevas y bruscas modificaciones del ambiente físico quími- co y de las cargas eléctricas, por lo que su materia sufrió un sobresalto, una conmoción, un shock, y con esto la muerte protoplasmática. Y justo en ese instante, comenzaron a formarse las plantas mie- dosas; luego serían los animales acuáticos, después los grandes reptiles y otros animales, los insectos, los homínidos, y finalmente: el ser humano. Un feto de cuatro meses ya es capaz de responder a estímulos eléctricos, mecánicos y térmicos de in- tensidad, provocando una brusca contracción se- guida de una paralización que puede durar desde algunos segundos hasta incluso minutos. ¿Qué significa esto? Que tan pronto el organismo en su desarrollo intrauterino muestra una señal de conducta individualizada o integral, ya tiene la fisonomía miedosa en su interior, o dicho de otra forma, posee una reacción premortal aún antes de que sea presumible pensar que ese organismo tie- ne conciencia de su existir. Y conste que estamos hablamos de no natos, aho- ra imagínense lo que sucederá con niños, jóvenes, adultos y mayores donde cada susto ya ha genera- do decenas y decenas de miedos. Todos sufrimos y no poco, los efectos de una de las más siniestras emociones: el miedo y sus estancias más desmesu- radas: el terror, el espanto, el pánico, condiciones sine qua non de la conducta que no tienen edad ni raza ni género, ni posición social. Y esto lo saben y utilizan en su favor los sistemas políticos, religio- sos, comerciales, sociales, familiares, educativos, etc., quienes han utilizado nuestros miedos más cervales para erigirse como autoridad y dominar- nos. ¡Qué miedo tener miedo! Porque el miedo, Mónica Puyhol