UNINTERLINGUA 2017

por ellas… ella les respondía que era una gran pecadora, y no mentía, que con la verdad engañaba. (83-86) Esta es la mejor introducción que Luna puede hacer de las nuevas amas de Lázaro. A partir de ahí, todo irá en descenso. A continuación Lázaro habla de un convite al cual: “Acudieron muchos galancetes… retozaron con las señoras, y daban en ellas como asno en centeno verde. Lo que allí pasó no me es lícito decirlo, ni al lector contemplarlo.” (91). Incluso Lázaro se refiere a sí mismo como “yo, que no era sino un escudero de piltrafas…” (91). Durante dicho convite se desarrolla una pe- lea y con el ruido llega la justicia. El alguacil des- tapó un cubo y dice Lázaro que “halló dentro un hombre y una mujer. No quiero decir cómo los halló, por no ofender las castas orejas del benigno y escrupuloso lector; solo diré que la violencia de su acción había hecho rodar la Cuba, y fue la causa de su desgracia y de mostrar en público lo que ha- cían en secreto…él parecía a Cupido con su flecha, y ella a Venus con su aljaba.” (93). El autor pre- tende querer ahorrar al lector la grotesca situación en la cual ha puesto a estos personajes femeninos, pero obviamente no lo logra, pues la imaginación del lector corre ante las bien escogidas palabras del autor quien logra decir más con menos. Al fi- nal de este relato Luna da su toque final al decir con todas sus letras lo que supuestamente estaba tratando de evitar para que las “castas orejas del lector” no fuesen ofendidas: la pareja es presen- tada en público completamente desnuda. Pero esta desafortunada pareja no es la única que Luna presenta bajo este tipo de bochornosa situación, el resto de los invitados al convite son descubiertos en situaciones similares o peores. La descripción que el autor hace de los actos cometidos por estas siete mujeres no es, sino una excusa más para pre- sentar a sus personajes femeninos como seres obs- cenos. Luna presenta la sexualidad de una forma grotesca. En esta continuación, el amor y la belle- za física son cosas que deben ser evitadas pues son las causas de muchos males.  A final de cuentas, Lázaro regresa a casa de la sastresa y dice que encontró: … al sastre su marido que la molía a palos… al punto que el sastre me vio, dejó a su mujer, y embistió con mí, dándome una puñada con que me acabó de quitar los dientes que tenía… Llamó a sus criados…me mantea- ron… Dejáronme por muerto… me pusieron en un tablero. Era ya noche cuando torné en mí,… caí en tierra, rompiéndome de la caída un brazo... poco a poco me fui a la puerta de una iglesia, donde… pedía limosna… (96) El autor nos muestra que dado el lujurioso com- portamiento de estas siete mujeres, Lázaro ter- mina realmente lastimado. Este Lázaro de Luna sufre muchos más abusos físicos a través de toda la continuación que los Lázaros de 1554 y 1555. El autor lleva al extremo el abuso físico de Láza- ro porque quiere que el lector aprecie que su su- frimiento es el resultado directo de las malas ac- ciones de las mujeres. También vemos que Luna no pierde la oportunidad de crear un puente más entre su obra y la original, cuando Lázaro mencio- na que el sastre acabó de quitarle los dientes que aún tenía de un puñetazo. Recordemos que fue el ciego del “Lazarillo” renacentista, quien original- mente le rompió a Lázaro los dientes de enfrente cuando le azotó en la cara un jarro al descubrir que el muchacho le había estado robando su vino. Cada vez que existe la posibilidad de hacer una conexión más con el “Lazarillo” original, Luna no desaprovecha la ocasión.  Un ejemplo más de la misoginia del autor ocu- rre cuando Lázaro desempeña su último oficio: el de ermitaño. Pero antes veamos la manera como La misoginia de Juan de Luna en su Lázaro de 1620

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