UNINTERLINGUA 2017

habiéndome quedado estas tres hijas de tres diferentes padres, que según la más cierta conjetura, fueron un mon- je, un abad y un cura, porque siempre he sido devota de la Iglesia, me vine a vivir a esta ciduad… Todos me lla- maban la viuda eclesiástica, porque por mis pecados todos eran muertos; y aunque hubo luego otros que en- traron en su lugar, era gente de poco provecho, de menos autoridad,… a nenguno me encliné tanto como a los eclesiásticos,… Entre otros llegó a pedir limosna el padre… que viendo a esta niña… me la pidió por mujer. Dísela con las condiciones y capítulos siguientes: Primera: que se obligase a sustentar nuestra casa,… Segunda: que si mi hija en algún tiempo tomase algún coadjutor, por ser él algo decré- pito, no diría más que en misa. Terce- ra: que todos los hijos que ella pariese los había de tener por propios, a quie- nes desde luego prometía lo que tenía y podía tener; y cuando mi hija no tuviese hijos, la hacía su legítima he- redera. Cuarta: que no había de en- trar en nuestra casa cuando viese a la ventana jarro, o olla o otra vasija, se- ñal que no había lugar para él. Quin- ta que cuando él estuviese en casa y viniese otro, se había de esconder… Sexta y última: que nos había de traer dos veces a la semana algún amigo o conocido que hiciese la costa, dándo- nos un buen gaudeamos… (108-109). Luna nos presenta aquí a una madre sin moral que básicamente entrega a su hija a un descono- cido a cambio de cosas materiales; una mujer que no se avergüenza de que sus tres hijas tengan tres padres diferentes, al contrario lo dice con orgullo y hasta se jacta de que sean hijas de un monje, de un abad y de un cura; y que abiertamente prosti- tuye a sus hijas incluso pidiendo al padre Anselmo que dos veces por semana les lleve a algún amigo o conocido. Ninguna de las cuatro mujeres con las que Lázaro se encuentra ahora posee virtudes. Es un mundo grotesco muy del período barroco den- tro del cual el autor vive. Prosigue Lázaro con su relato diciendo que la “viuda” se le colgó del cue- llo y lo besó, a lo cual el nuevo ermitaño respon- dió diciendo que si ella quería dejar de ser viuda y recibirlo como reemplazo al padre Anselmo él estaba dispuesto. Las mujeres dijeron que sí, que lo único que querían era que les entregase todo lo Pierina Beckman

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