UNINTERLINGUA 2017

que había en la ermita. De esta repentina mane- ra, Lázaro quedó comprometido con la “viuda” del ermitaño: La conclusión del casamiento quedó para la mañana, y aquella tarde en- viaron un carro, en que se llevaron hasta las estacas; no perdonaron al lienzo del altar, ni a los vestidos del santo… No me dejaron sino una po- bre márraga, donde me echase como un perro. Como la señora mi mujer futura, que vino con la carreta, vio que no había dineros, se enojó, por- que el viejo le había dicho que tenía, mas no dónde. Preguntóme si sa- bía dónde estaba el tesoro; díjele que no… hizo diésemos una vuelta a la ermita… y cuando llegamos donde yo los había escondido… Topó con ellos y yo con mi muerte… Hízome mil caricias…se fueron a la ciudad, quedando que a la mañana yo iría a su casa, donde haríamos la más ale- gre boda que jamás se vio (110-111). En esta situación el amor no tiene nada que ver con el arreglo que la “viuda” del ermitaño y Lázaro hacen. A ella sólo le interesa beneficiarse de las cosas materiales que Lázaro, como único heredero del ermitaño Anselmo, pueda darle. Lázaro, por su parte, no se detiene a pensar que legalmente él ya está casado con Elvira. Cuando al día siguiente Lázaro llega a casa de estas mujeres, todo parece muy normal; comen, beben, cenan, bailan y des- pués de haberlo pasado bien meten al pícaro en un aposento donde lo acuestan en una cama y le dicen que debe desnudarse. A partir de este mo- mento comienza la burla que las mujeres de la casa y seis o siete de sus amigas tenían planeada para Lázaro. El personaje dice: “La primera cosa que me hicieron fue hacerme le besase el ojo trasero, diciendo era la primera ceremonia” (112). Des- pués le amarraron los pies y las manos a los postes de la cama y le echaron agua fría sobre lo que él lla- ma su “dominguillo”, le metieron la cabeza en agua muy caliente y, si gritaba, lo azotaban. Le pelaron la barba, las cejas, los cabellos y las pestañas. Una de las mujeres trató de castrarlo con un cuchillo. Lázaro estaba tan desesperado que al ver cuál era la intención de esta mujer logró romper un pilar de la cama para cubrirse la parte del cuerpo que la mujer quería cortar. Luego, para que Lázaro no rompiese más partes de la cama, lo desataron y con la sábana lo mantearon diciéndole que así eran las ceremonias con las que su casamiento em- pezaba y que si él lo quería al día siguiente debía regresar para terminar con las otras que habían quedado pendientes. Finalmente, las mujeres lo llevaron lejos de la casa y lo abandonaron desnudo en medio de la calle donde amaneció entre mu- chachos que lo perseguían y le hacían tanto daño que para huir de su furia Lázaro se fue a refugiar una vez más en una iglesia. El sacristán le dio un paño para cubrirse y el maltrecho pícaro determi- nó quedarse en la iglesia hasta los últimos días de su vida. Una vez más vemos cómo los personajes La misoginia de Juan de Luna en su Lázaro de 1620

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