UNINTERLINGUA 2017
Laura Bensasson La experiencia que aquí relatamos inicia en enero en 2002, cuando alumnos de 2° semestre de la Facultad de Comunicación Humana de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (U.A.E.M) efectuaron una evaluación psicolin- güística en la Escuela Primaria José Ma. Morelos y Pavón de Santa Catarina; el objetivo del diagnós- tico aplicado a los niños de 3° de primaria era el detectar las causas que pudieran incidir realmente en el bajo rendimiento escolar de la población in- dígena. Tal evaluación se basó en la hipótesis de que, si descartamos la organicidad y los problemas emocionales, las razones son muy probablemente de tipo cultural e institucional; es decir que el sis- tema educativo no es el adecuado, al menos para una población con características identitarias y lingüísticas diferentes. Pero de hecho, el diagnóstico se propuso como la primera etapa de un proyecto comunitario de revitalización de la lengua náhuatl, al final del cual compararíamos el rendimiento escolar de los ni- ños con sus resultados anteriores, con la intención de demostrar que el hablar la lengua de sus pa- dres no sólo no afecta el uso correcto del español, sino que puede mejorarlo. En efecto, nosotros nos oponemos a la consabida afirmación de que, para obtener buenos resultados en la escuela, los ni-ños indígenas deben olvidar la lengua materna, y pen- samos que esta afirmación responde más a un pre- juicio social de vieja data que a razones pedagó- gicas fundamentadas; tan es así que nadie objeta la educación bilingüe de las escuelas particulares, que impulsan el aprendizaje del inglés. Conside- ramos, por el contrario, que la descalificación, el desinterés o el descuido de las políticas educativas y lingüísticas de nuestro país al respecto a los des- cendientes de los pueblos que lo habitaron antes de la conquista, conlleva un conflicto identitario que afecta su autonomía y daña el tejido social de las comunidades indígenas. Después de entrevistarnos con los directores de los turnos matutino y vespertino, Profesores Octavio Álvarez Cedillo, nativo del pueblo de Sta. Catarina, y Leticia Quiroz, de Tepoztlán, tuvimos una reunión con los maestros y padres de fami- lia para explicarles que se iba a hacer y pedirles permiso para trabajar con sus hijos; también se les prometió atención especializada para los niños que así lo requiriesen recurriendo, para ello, a los prestantes de servicio de la misma Facultad en el siguiente año lectivo. Ello nos permitió un primer acercamiento con la comunidad y el inicio de una reflexión sobre el significado y la utilidad de con- servar la lengua de los ancianos, cuyo uso era fre- cuentemente prohibido a los más jóvenes. Durante un año, estuvimos platicando con al- gunos “hablantes”, y finalmente planeamos un taller para niños que se efectuaría du- rante las vacaciones, con intención de for- mar un grupo de promotores infantiles. Sabíamos que, en el verano, la mayoría de los niños ayudan a la familias en las faenas agrícolas; sabíamos también que no todos los padres estaban interesados en que sus hijos reaprendieran náhuatl; sin embargo logramos reunir once niños entre 6 y 11 años de edad, el más pequeño de los cuales todavía no entraba a la primaria y el ma-
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