UNINTERLINGUA 2018

28 ser amado, o la fatalidad de lo inevitable? Lo difícil estriba en levantar el cincel y comenzar a labrar un nuevo camino, desbastar el material en frío y decidirse a desechar para volver a comenzar. La analogía con el cincel no es gratuita. Bauman, en Vidas desperdiciadas, recurre a una analogía que nos aclara el panorama: “no puede haber un taller artístico sin su basurero” (36). El artista ha tenido que desechar un sinfín de materiales para esculpir una nueva forma oculta en el interior del material en bruto. El residuo se muestra como una dimensión necesaria para el proceso crea- tivo, un ejemplo paralelo puede ser el siguiente: no puede haber peluquería sin su residuo. El peluquero, como el artista, esculpe nuevas for- mas a condición de desechar. Un bloque informe de piedra y un bloque informe de cabello se trans- forman tras la labor que produce el desecho en una escultura, posibilitada sólo por la actividad que olvida, que hace los cortes, que despoja, y que crea sus propios escombros. La condición de la escultura es el desecho, así como la condi- ción de la vida es el olvido: la belleza sólo puede existir si se la descarga del desperdicio que la envuelve, “una casa no está realmente acabada hasta que se han barrido por completo los restos no deseados de la obra”. (Bauman 46) De estemodo los imperativosmodernos por hacer memoria y por recordarlo todo, muestran su lado menos favorable. ¿Puede en verdad el hijo de un judío muerto en un campo de concentración estar en un museo del Holocausto? ¿Es posible para alguien vivir en el mismo hogar del amado que lo ha rechazado, vivir recordando todos los días, como Funes, la temprana partida de ese compañero de vida? El intento se puede hacer sin duda, pero tiene un precio elevado que hay que pagar: “Cuando el hombre consideró nece- sario hacerse una memoria, tal cosa no se realizó jamás sin sangre, martirios, y sacrificios” (64), afirma Nietzsche en el segundo tratado de su Genealogía de la moral. Los lugares de memo- ria paralizan el movimiento que el cincel quiere iniciar. Transpiran la no-vida y obligan a concen- trarnos en aquel “fue” que pudo ser diferente.

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