UNINTERLINGUA 2018

74 dan a Sócrates a filosofar. ¿Para qué hablar? Las almas perezosas que se congratulan en discursos autocomplacientes no ayudan a des- ocultar aquello que las opiniones esconden. De nada sirve al filósofo ateniense escuchar discur- sos sobre las “evidentes” bondades de tal o cual cosa si el interlocutor no quiere problematizar aquello que dice. ¿Para qué hablar? El primer problema de Sócrates no consiste en elegir un tema de conversación importante: Consiste en elegir un interlocutor adecuado. El otro es peligroso; la interacción con él poten- cialmente dañina; el ateniense tiene mucho cuidado a la hora de elegir a sus interlocutores.. El otro, para Sócrates, deviene una extraña paradoja: como dialéctico lo necesita para poder pensar; por eso busca a Gorgias. Como filósofo exigente y fiador de la dialéctica necesita que la conversación siga unos cauces determinados; por eso demanda que Gorgias y Polo se atengan, sin desobediencia alguna, a responder a las preguntas planteadas en los términos exigidos por las mismas. Como alguien que no tiene intención de perder el tiempo, se niega a escuchar discursos que no le ayuden en sus pesquisas; por eso les dice a los dos interlocutores que, o acepten sus condi- ciones, o le permitan retirarse. el grano de la paja Para Sócrates no todos los otros son útiles, ni necesarios, ni buenos para el filosofar; por eso se quiere separar de los indeseables. En el ejemplo tratado, descubrimos que la práctica dialéctica de Sócrates sólo puede empezar des- pués de una selección en la que se separan, en palabras de Gilles Deleuze, distintos linajes (cfr. Deleuze, 256). Para el filósofo francés la dialéctica platónica se especializa en distinguir pretendientes: Los verdaderos de los falsos, los puros de lo impuros, los auténticos de lo inau- ténticos. Antes de empezar a hablar de un tema hay que hablar para distinguir a aquellos que tienen buen linaje, es decir, que son filósofos. La separación de los linajes minimiza el daño que, para Sócrates, el otro puede ocasionar.