UNINTERLINGUA 2019
personas se entreguen completamente al otro, en la idea de que la confianza ver- dadera se demuestra sin la utilización del condón, porque para algunos el utilizar el condón es “no se siente igual”, “de seguro quieres usar condón porque no confías en mi o tienes a alguien más”. Se cues- tiona la sexualidad, creyendo errónea- mente que el VIH les da a las personas con múltiples parejas sexuales, aquellos que tienen sexo con hombres o personas que son trabajadoras sexuales; cuando la verdad es que el riesgo de adquirir el VIH radica solamente en el uso del condón. También es cierto que es más probable que un hombre transmita el VIH a una mu- jer, que viceversa, esto es debido a que el virus se concentra más en el semen o el líquido pre-eyaculatorio que en los fluidos vaginales. El VIH y el SIDA parecen lejanos ante la percepción social, algunas de las jus- tificaciones por las cuales las personas creen que nunca podrían tener algún padecimiento de transmisión sexual son: “porque no tenemos diversas parejas sexuales”, “porque solo hemos tenido una pareja a lo largo de la vida”, “porque no somos trabajadores sexuales”, en fin, hay miles de pensamientos por los que no creemos encajar en ninguna categoría que nos acerque a este padecimiento, lo sorprendente es que las personas que pueden padecerlo son aquellas que man- tienen relaciones sexuales no protegidas. En México, las mujeres que tienen VIH, están casadas y tienen parejas estables. Muchos están sorprendidos por ello, ¿no es así? Sin embargo, cuando confiamos en el otro y permitimos dejarnos de cuidar para brindarle al otro lo que desea, nos exponemos a una serie de consecuencias que pudieran no favorecernos al final. No se trata de asustar a las personas, se trata de que pensemos en nosotros, que hagamos conciencia de la importancia del cuidado propio, y si decidimos tener una pareja o muchas, pensemos en nosotros, y vayamos a realizarnos la prueba juntos, como mutuo acuerdo para el bienestar de ambos. Los pacientes que viven con VIH se les estigmatiza, se les hiere psicológica- mente, se les aísla, se les agrede, se les impide, para la sociedad estos individuos solo son “los sidosos”, “los castigados por Dios debido a sus preferencias sexuales”, se les enuncia de diferentes maneras, y como consecuencia se les aísla, creyen- do que así están salvados de ellos. La sociedad se pierde en la desinformación, en la ignorancia se destruye a las perso- nas que padecen VIH, no dándoles traba- jo, creyendo que es mejor “ponerles una pulsera o un collar para detectar quien sí y quien no tiene”, cuando realmente vivir la sexualidad es vivirse completamente, desde la genitalidad, pero no solo eso, también desde el erotismo y el cuidado personal. El psicólogo acompaña al paciente en esta lucha, tratando de ayudarle a com- prender que no es realmente batallar contra la enfermedad, sino vivir con este padecimiento, conciliarse con su perso- na, que no es un castigo, más bien es la consecuencia de una decisión. Durante el trabajo terapéutico con el paciente que padece VIH, nos enfocamos en visuali- zar un plan de vida, esto con la finalidad de que el paciente pueda concentrar su atención en que el diagnóstico no es un ultimátum de vida, sino la continuidad de
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