UNINTERLINGUA 2019
Cano en su artículo “El hombre artificial de Horacio Quiroga y los comienzos de la ciencia ficción hispanoamericana” indica que “La delimitación de las áreas de lo fantástico y de la CF [ciencia ficción] en la literatura hispanoamericana – una labor casi inabordable a comienzos del siglo XX – empieza a delinearse con mayor claridad a partir de la publicación de El hombre artificial.” (p. 102) Antes de adentrarnos en dicha novela, conviene saber algunos detalles impor- tantes tanto sobre la vida personal como profesional del autor. Esto nos ayudará a comprender su predilección por los temas que recurren una y otra vez en toda su obra. La vida de Quiroga estuvo llena de sucesos trágicos que seguramente influen- ciaron su obra y sus relaciones persona- les. El autor nació el 31 de diciembre de 1878 en Salto, Uruguay, fue el cuarto hijo de Prudencio Quiroga y Pastora Forteza. Su padre fue vicecónsul argentino por 18 años, de manera que Quiroga pertenecía a una familia de clase media. Antes de que nuestro autor cumpliera los tres meses de nacido, su padre, quien regresaba de una excursion de caza, al bajar del bote accidentalmente se disparó y murió. El niño pasó su niñez sin haber conocido a su padre, pero doce años más tarde su madre se casó con Ascencios Barcos. El mucha- cho se llevaba bien con su padrastro y le tenía cariño pues era el único padre que realmente conocía. Desafortunadamente, el señor Barcos sufrió una hemorragia ce- rebral que lo dejó casi totalmente inválido y afásico. Horacio le servía de intérprete, pero un día su padrastro, haciendo uso del único pie en el cuál aún poseía movilidad, se suicidó disparándose con una escopeta en la cara. De joven, Quiroga fue aficionado al ciclis- mo y llegó a fundar una sociedad ciclis- ta. También le interesaban la química y la fotografía. Hacia 1896 se reunía con amigos para declamar sus composiciones. Junto a Leopoldo Lugones admiraba a Gutiérrez Nájera, Bécquer, Darío y Verlai- ne. En 1898 conoció a Lugones y desarro- llaron una fuerte amistad. En 1900 partió hacia París, pero se quedó sin recursos económicos y llegó a sufrir hambre. Se vio forzado a regresar a Montevideo. En 1901 publicó su primer libro, Los Arrecifes de Coral, pero su logro se vio opacado por la muerte de dos de sus hermanos, Pru- dencio y Pastora. Un año más tarde, en 1902, al estar examinando un arma, se le escapó un tiro y accidentalmente mató a un amigo, Federico Ferrando. Fue arres- tado, pero al comprobarse que había sido realmene sólo un accidente, logró salir en libertad y abandonó Montevideo. Viajó a Buenos Aires y ahí se refugió en casa de su hermana, María, y con la ayuda de su cuñado obtuvo un trabajo de pedagogo. Para 1903, siendo ya un fotógrafo con experiencia, Quiroga acompañó al famoso poeta argentino Leopoldo Lugones en una expedición para investigar ruinas de mi- siones jesuitas en provincia. La estancia en la jungla misionera dejó una profunda impresión en nuestro autor que marcó su vida para siempre. Para 1905, Quiroga ya había publicado en algunas revistas con cierta reputación, y en este mismo año apareció su primera cola- boración en la revista Caras y Caretas, el cuento Europa y América. Al año siguiente aparecieron ocho más de sus cuentos. Hacia 1908, Quiroga vivía solo y se ena- moró de una de sus alumnas, Ana María Cirés. Los padres de Ana María no que-
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