La familia es el núcleo que reúne las condiciones ideales para el desarrollo de las potencialidades del niño. Opiniones, valores, afectos e intereses crean un mundo envolvente del cual saldrán sus preferencias y el deporte no es ajeno a esta red de relaciones familiares.
Un ambiente familiar propicio para el deporte animará a los hijos a practicarlo. Si un niño presenta claras aptitudes o una gran afición por un deporte, la familia debería darle todo su apoyo y animarle a seguir adelante ya que de no ser así, es posible que se desanime y abandone.
Evidentemente, son los padres quienes se encuentran en el lugar ideal para convertirse en los grandes impulsores de las actividades deportivas de sus hijos, tanto a través de su ejemplo como infundiéndoles la noción del deporte como algo digno de practicar. Deben fomentar en sus hijos la constancia y la regularidad, dos componentes indispensables para practicar cualquier deporte. Por otra parte, deben evitar hacer clasificaciones, mostrar preferencias o realizar comparaciones de mejores y peores entre sus hijos, ya que esta actitud puede abrir una herida entre ellos de imprevisibles consecuencias.
La rivalidad entre hermanos es algo que siempre está presente en la naturaleza humana, pero cuando los padres, de una manera consciente o inconsciente, la fomentan están haciendo aún mayor esa herida que difícilmente curará.
Los padres no deben olvidar que los celos están siempre presentes, aunque se disfracen a menudo de aparente indiferencia o de buena voluntad. Los hijos necesitan que se les conceda un lugar y un reconocimiento a cada uno, que permita establecer entre ellos un vínculo deportivo de sana competencia.
Compartir las actividades deportivas
Algunas actividades que podemos calificar de deportivas tienen un gran contenido de actividad lúdica y de entretenimiento, pero como deportes en sí carecen del factor competitivo. Estas actividades permiten disfrutar de la compañía familiar al tiempo que se realiza un ejercicio físico. Es el caso, por ejemplo, de una excursión en bicicleta por los alrededores del lugar de residencia, aprovechando el buen tiempo en un día soleado. El running es otro deporte ideal para practicarlo en grupo, manteniendo el mismo ritmo del que vaya más lento o diseñando unos recorridos, de acuerdo con la preparación física de cada uno, que acaben en el mismo punto.
Todas estas actividades deportivas tienen la ventaja de fomentar la convivencia, ofrecen la ocasión de compartir las experiencias, y tienen componentes de tipo lúdico que evitan la tensión presente normalmente en las competiciones deportivas.
Deportes de equipo
Si los hijos forman parte de equipos deportivos deben someterse a un conjunto de reglas por partida doble:
- En primer lugar, las del deporte que practican;
- En segundo lugar, las del equipo al que pertenecen ya que todos tienen que compartir un objetivo común y la coordinación entre los jugadores es fundamental para conseguirlo.
Tanto los padres como los entrenadores deben fomentar la existencia de un alto grado de compañerismo y amistad entre los jugadores del equipo. Es esencial que se dé un clima favorable que compense la exigencia y responsabilidad que representa para estos jóvenes ganar una competición deportiva. De hecho, a partir de la preadolescencia, la amistad va cobrando importancia, e incluso las opiniones de los amigos prevalecen en ocasiones sobre las de los padres.
Hay que esforzarse también por hacer extensivo el sentimiento de camaradería a los miembros del equipo contrario. En lugar de inculcarles la visión del contrincante como un enemigo, es preferible fomentar la imagen del compañero de juego con quien se comparte una afición.