Autor: José Luis Ayala
Fuente: joslarsport.blogspot.mx
Un acarreo de una yarda, con 1:57 en el reloj de juego, que marcó seis puntos más para Japón, coronó el cuarto triunfo de dicha escuadra sobre la selección nacional mexicana en Campeonatos Mundiales de futbol americano organizados por la IFAF. La pizarra final fue de 35-7.
Lo que desde el inicio del proceso para conformar al equipo fue calificado por el coach Raúl Rivera como “la mejor selección nacional en la historia de los emparrillado mexicanos”, este día fue ampliamente superada por Japón.
La mayor velocidad de los jugadores japoneses, tanto a la ofensiva como a la defensiva fue una de las principales claves en la derrota para el equipo mexicano, aunque esto se combinó de forma importante con la cantidad de castigos cometidos por los jugadores aztecas, que en este rubro sumaron 107 yardas perdidas, por solo 30 de Japón.
Los castigos también se reflejaron en la pizarra, ya que México recibió la anulación de una anotación a consecuencia de un castigo cometido previamente.
Con esto el equipo azteca sumó su segunda derrota en el Campeonato Mundial Senior Cantón 2015, en igual número de encuentro disputados, registro igualado solo por Corea, que en dos cotejos jugado suma igual número de derrotas; mientras que Brasil, que desde un inicio fue considerado como el conjunto más débil del certamen mantiene un registro de 1-2.
La preparación del equipo mexicano comenzó dos años antes del arranque del Campeonato Mundial y la Federación Mexicana de Futbol Americano (FMFA) gestionó apoyos sin precedentes para este equipo, por lo que este descalabro podría repercutir de forma importante en el futuro del staff de entrenadores que dirige al equipo.
Luego de este triunfo Japón deberá medirse ante el vencedor del duelo entre Estados Unidos y Francia para definir al monarca mundial 2015.
Al final del partido el pasador Raúl Mateos fue nombrado Jugador Más Valioso del partido para el equipo mexicano.
Humillados y ofendidos |
Receptor. Sepultadas las ilusiones con el silbatazo final, del Tom Benson Stadium Fawcett, de Canton, Ohio, parece haberse escrito el epílogo estremecedor surgido de una guerra perdida en todos sus frentes. Luego de las dos derrotas, la entrega de nuestro corresponsal literario.
Lo diría el insigne Fiódor Dostoyevski en forma apabullante, para enfatizar el dolor que inflige la desgracia en una familia de buen corazón y denodado espíritu de sacrificio: “Humillados y ofendidos”.
Jugadores, entrenadores, autoridades deportivas, en especial, la mayor parte de los aficionados a este deporte, padecieron el tremor del desencanto proveniente de la lamentable participación de la selección mexicana, en la justa mundial del fútbol americano. Nunca será tan amargo el sabor de una disputa por la medalla de bronce.
Cualquier valoración de la estadística secundaria será infame ante los marcadores obtenidos en los juegos contra las selecciones norteamericana y japonesa. Habrá que preguntarse con honestidad radical (cabe aclarar el sentido de la palabra “radical”, como “raíz”) acerca de lo que sucedió. La Federación Mexicana de Fútbol Americano habrá de preguntarse si el plan de trabajo elegido para encabezar y encauzar al seleccionado resultó el correcto. El entrenador en jefe, Raúl Rivera, deberá cuestionarse si eligió al entrenador ofensivo y defensivo adecuado, para materializar un proyecto de crecimiento deportivo. Si la estrategia fue la correcta y si la preparación respondió a los objetivos de alta competencia. Si se eligieron en verdad a los mejores jugadores para este representativo, claro está, considerando el contexto de escisión, negligencia y animosidad que prevalece en la actualidad en este deporte.
Con pesar debe reconocerse la enjundia y la calidad técnica y atlética de algunos jugadores. Desafortunadamente, el deporte del ovoide realiza triunfos y concreta objetivos en el trabajo conjunto de los elementos.
Propios y extraños creímos en la valía de esta selección, unos ciegamente, otros con asegunes. Los insidiosos, al menos durante estas semanas de silencio pusilánime, parecían dar paso al beneficio de la duda prudente. Las canales de información y redes sociales parecían dar testimonio de un consenso casi generalizado acerca del poder del selectivo. El entrenador en jefe no perdió oportunidad de ensalzar este equipo como “el mejor de todas las selecciones”. Y los jugadores terminaron por confirmarlo en todo momento. ¿Qué sucedió? Es la pregunta incómoda pero legítima que surge por doquier en los interesados en este deporte.
A fuerza de realismo se aceptó la primera derrota en esta justa mundial. Se valoró de forma positiva el desempeño de la defensiva. Inclusive se resaltaron los momentos de poderío que demostraron al contener a la ofensa gringa. No obstante, preocupó demasiado el insufrible empuje de la ofensiva.
Por hazañas del pasado, casi nadie dudaba de las cualidades del pasador titular. Pero su bochornosa ejecución desde los primeros minutos, indicaba que el ritmo estaba fuera de su atmósfera. Sin embargo, se le mantuvo por un lapso de dos cuartos. Nadie puede ser coach si no se encuentra en el campo, al frente del equipo, durante un partido. Pero, entonces, esta inquietud habrá de dirigirse a los entrenadores responsables de este desacierto. El mismo coreback hizo alarde de ocasionales destellos durante el segundo partido. Sin embargo, resultaron demasiado tarde, y al fin y al cabo con una nueva cereza en el pastel.
Según los seleccionados nacionales tenían súper estudiados a los nipones, luego de casi una semana sin partido. Durante este lapso de tiempo se recuperaron de los golpes padecidos en el primer encuentro. Presenciaron en forma directa el partido de los orientales contra los anfitriones. Estudiaron con minucia sus puntos débiles y fuertes. Los seleccionados que opinaron en los medios de comunicación se convirtieron en corifeos de la buena nueva: “Ora es cuando”, parecían sentenciar al adversario y a la vez infundirse convicción. El resultado: La peor derrota sufrida en manos de los japoneses. Sin contar que ellos venían de jugar el partido más exigente de este mundial a la fecha, con lo que esto significa.
La defensa secundaria no cuajó los análisis rigurosos con que tenían cazados a los nipones. Casi todo el avance por aire resultó perfecto. Por parte de la selección mexicana mejoró el avance terrestre y por aire, pero su traducción en puntos nunca tuvo proximidad de disputar el triunfo. ¿Qué sucedió?
Obligados a la prudencia, alguien podría conformarse con los momentos de excelente juego de ambas unidades. Pero esto, a todas luces resulta iluso ante la contundencia de los marcadores, que a la distancia de pasados mundiales, significan un doloroso retroceso. Y si sumamos que Japón viene desde el otro lado del mundo y, además, jugó cansado y golpeado contra los connacionales, la lectura resulta lamentable.
Dice un refrán popular que las derrotas son de uno y los triunfos de todos. La sabiduría de esta máxima dirigida a un coach que es objeto de gran encono y prejuicio, está constituyendo una crucifixión social. Quizá su mayor error consistió en la asombrosa incontinencia verbal con que intentó sugerir la obtención de triunfos a base de proclamas. Una disonancia con los hechos que debe mover a la preocupación. Esto sin menospreciar los éxitos obtenidos al frente de su equipo de origen, donde a manera de consuelo podrá reivindicarse con otro campeonato y la posibilidad de disputar algún encuentro con el equipo fuerte de la otra liga.
El sinfín de temas que surgirán a partir del hoy, habrán de tener resonancia en la división prevaleciente de este deporte en México. Los equipos de la liga de las universidades privadas podrán eximirse de no participar en esta selección con deportistas legibles y tampoco pertenecer a la Federación Mexicana de Fútbol Americano. Lavarse las manos será fácil.
Duele reconocer que la derrota de la selección nacional sí constituye un fracaso. Hay que decirlo sin dramatismo, ni con afán inmolador. Quizá con esta derrota, asoma la grieta de un problema estructural en este deporte. Nada más fútil que culpar al de enfrente. En todo caso, el síntoma involucra a todos. Por lo pronto, la disputa por la medalla de bronce suena a broma involuntaria.