Riesgos de mantener una tradición familiar

Jugadores dejarían a sus hijos practicar fútbol americano… a cierta edad

BRISTOL — El apoyador de los Tennessee Titans, Wesley Woodyard, se presentó en la junta anual de la Asociación de Jugadores de la NFL en Maui hace dos semanas y se enteró que la NFL –por primera vez– reconoció públicamente un vínculo entre el fútbol americano y la encefalopatía traumática crónica (CTE, por sus siglas en inglés), la enfermedad cerebral degenerativa asociada con los golpes reiterados a la cabeza. Woodyard estaba desayunando. En su regazo estaba Greyson, su hijo de 2 años que algún día podría perseguir los pasos de su padre.

“En el fondo de mi mente, siempre he tenido la duda si el fútbol americano será uno de los deportes que le permita hacer a mi hijo, por el tema de seguridad”, reconoció Woodyard. “Definitivamente, con la nueva información sobre la CTE se ha generado preocupación entre los padres. Estamos tomando los pasos adecuados para mantener un juego seguro; la seguridad siempre será mi [prioridad] N° 1. Si mi hijo quiere jugar, será decisión suya. Pero definitivamente me voy a asegurar que no lo haga sino hasta que tenga, quizás, 12 años. Yo empecé a los 6 y definitivamente no lo dejaré jugar a esa edad. A lo largo de los años simplemente continúas construyendo y castigando tu cuerpo, y las cosas malas suceden por eso”.

Ese sentimiento hizo eco entre jugadores asistentes a las juntas que recibieron la misma pregunta sobre sus hijos. Los padres destacaron los aspectos positivos que han obtenido del juego: aprender la importancia del trabajo en equipo, el esfuerzo y la disciplina y, en algunos casos, ser capaz de crear riqueza generacional para su familia. Pero también expresaron preocupación con las consecuencias potenciales en lo físico y psicológico que se han ligado al contacto del fútbol americano en una edad cuando el cerebro, cuerpo y habilidades sociales están en etapa formativa.

“Jugué un año de liga pequeña, cuando tenía 10 o 12 años, y mi papá era mi coach”, recordó el ala cerrada de los Ravens, Ben Watson, cuyo padre, Ken, jugó fútbol americano en la Universidad de Maryland. “Después de eso no jugué sino hasta el 9° grado. Mi padre sintió que debía esperar un poco hasta estar mejor formado. Jugué soccer, básquetbol, carrera de pista; otras cosas. Mi papá quería que nuestros cuerpos se desarrollaran en la mayor medida posible antes de comenzar el deporte de contacto”.

El receptor de Pro Bowl de los Packers, Jordy Nelson, tiene dos hijos, uno de 6 años y otro de 14 meses. No tiene problema con la idea de que jueguen fútbol americano, pero no antes de la escuela secundaria. Él comenzó con el fútbol americano de contacto a esa edad y siente que no tuvo afectación para alcanzar su potencial atlético. Díganle que los niños se rezagarán de los demás si no juegan más pronto que tarde, y Nelson se reirá. Piensa con tanta firmeza lo contrario, que integra un grupo creciente de padres que apoyan el fútbol americano bandera –sin contacto– para los preadolescentes.

“Es una forma de aprender los fundamentos y técnica de jugar fútbol americano de contacto y hacer todo adecuadamente sin contacto”, afirmó. “La gente habla de mal tacleo como un problema en el deporte de contacto. Todos quieren arreglar la técnica de tacleo. Bueno, taclear en el juego de contacto involucra golpearse unos a otros y pegarte en la cabeza contra el suelo, lo que significa más impactos al cerebro. Pero cuando es bandera, obviamente no pasa eso. Le enseñas a tus hijos a analizar, tener la cabeza arriba y estar balanceados. Tratar de que agarren la bandera de la cadera de alguien, es algo que requiere control absoluto del cuerpo, y saber qué hace y dice tu cuerpo, en vez de simplemente ser el chico más grande que puede volar y aplastar a alguien sólo por tamaño o velocidad”.

El liniero defensivo Aaron Kampman pasó ocho años con los Packers y dos con los Jaguars antes de retirarse en la temporada del 2011. Ahora entrena en preparatoria mientras cría a cuatro hijos junto con su esposa Linde en una pequeña comunidad a las afueras de Iowa City. Al igual que Nelson, es partidiario del fútbol americano de bandera para preadolescentes, e incluso se asoció con una liga local que ahora administra.

“Básicamente queríamos darle a los padres la oportunidad de decir, ‘oigan, si no se sienten cómodos con el deporte de tacleo, tenemos una opción para ustedes'”, sostuvo. “Personalmente, pienso que hay mucho mérito. Los cuellos de muchos niños de 10, 11 hasta 12 años, podrían no tener total desarrollo para…”.

Kampman hizo una pausa .

“Es un juego violento”, expresó. “En el fútbol americano es muy importante asegurarnos de enseñar los aspectos técnicos apropiados del juego. Esto tiene que suceder con orientación adecuada y que los niños tengan la madurez física para lidiar con la técnica correcta” .

Kampman se resiste ante la idea de que los niños escojan un deporte para especializarse cuando son jóvenes. Incluso pelea contra la especialización en su liga de bandera, rotando a los niños para que tengan la oportunidad de jugar en todas las posiciones. La liga comenzó con apenas 12 participantes en el 2013, pasó a 20 al año siguiente y ahora tiene 32 registros.

“Perdemos partidos, pero realmente no me importa”, aceptó Kampman. “Porque al final del año, nuestro equipo se divirtió, es disfrutar y enseñamos lecciones durante todo el proceso”.

El último punto es significativo para él. Claro, tiene el deseo de proteger a los niños del peligro de las conmociones, pero también ve la necesidad de ayudar a desarrollarlos en personas plenas, tanto en lo emocional y social, como en lo atlético.

Ha estudiado las enseñanzas de Joe Ehrmann, un ex recluta de primera ronda del draft de la NFL que después asistió a la escuela de teología antes de crear, con su esposa Paula, una organización llamada “Building Men and Women for Others” (formando hombres y mujeres para los demás). Busca hacer frente a muchos de los problemas confrontando comunidades urbanas en general y niños en particular.

“El fútbol americano es un deporte de jerarquía”, expresó Kampman. “Joe Ehrmann habla de cómo nos identificamos nosotros como hombres. Él dijo que los niños crecen con tres cosas en mente: lo primero que hacen es identificarse en el campo, en el receso y dentro del campo. Después está el dormitorio, cuando llegas a la preparatoria y la universidad. Después cuando eres mayor, es la billetera. En mi estimación esa es una representación muy triste de lo que significa ser un hombre. Ya sea que puedas golpear a alguien o pasar encima de ellos, eso no es lo que te hace un hombre. Pero veo eso ser retratado todo el tiempo a los jóvenes e incluso a los estudiantes de preparatoria, y esa no es la manera correcta de hacerlo. Sin duda hay que ser feroz entre los silbatos; golpeas y golpeas duro. Debemos ser conocidos por la manera en que jugamos, pero no de una manera que te hace sentir que te estás identificando por eso.

“Si mis hijos [incluyendo tres niños] no quieren jugar fútbol americano, estaré totalmente bien con eso. Pero también sé que el fútbol americano en particular es una oportunidad maravillosa –si estás bien dirigido– para enseñarles lecciones que les ayudarán a convertirse en los hombres que son capaces de ser. Y sinceramente, los niños quieren sentir un poco de peligro. Eso es parte de su desarrollo. Quieren sentirse aventureros. Queremos educarlos para que tengan mentes fuertes, corazones fuertes, así pueden tener cuerpos fuertes también”.

A medida que se intensifica la atención sobre las conmociones cerebrales, las discusiones sobre si los niños deben incluso tener permitido jugar fútbol americano con tacleadas ha ido en ascenso. A veces genera tensión, por la falta de una mejor palabra, en comunidades que giran alrededor del deporte incluso a nivel infantil. Existe temor entre algunos padres que sus hijos no sólo caerán detrás de sus compañeros si juegan antes de la preparatoria, sino también que podrían quedar condenados al ostracismo debido a que no están haciendo lo que sus amigos hacen.

“Cada vez que no estás en la norma, se crea cierto nivel de ‘el barco está siendo sacudido’, si así lo quieren”, sentenció Kampman. “Hay esa sensación de, ‘Esta es la manera en la que lo hacemos, y así es como se debe hacer’. Pero se sorprenderían si les ofreciéramos esta opción a los padres, no sólo en el ámbito del fútbol americano, los correos electrónicos que hemos recibido de padres diciendo, ‘Gracias, no queríamos decir nada’. Creo que hay una mayoría de padres que no hablan, sólo esperan que más gente se una y diga, ‘¿Esto es en verdad inteligente? ¿Es esto lo mejor para nuestros hijos y sus corazones?’.

“Trato de no hacerlo más difícil. No creo que deba ser incómodo. Pero estoy feliz de tener una discusión con cualquiera para presentar los hechos y dejar que los hechos hablen por sí mismos”.

Watson y su esposa, Kirsten, ya han tenido esa conversación, que es una de las razones por las que no permiten que sus hijos, de 4 y 3 años de edad, tengan contacto con el futbol americano hasta que sean mucho mayores.

“No tenemos una edad mínima para [que jueguen] nuestros hijos, pero creo que vamos a esperar hasta al menos la secundaria y quizás incluso la preparatoria”, expresó. “No está escrito en piedra, pero no creo que vamos a ir por la ruta de las rutas pequeñas. Vamos a tenerlos bien rodeados en deportes y artes, después si aún quieren seguir jugando una vez que sean mayores, les vamos a permitir hacerlo.

“Lo más importante para ellos es que desarrollen un amor por el deporte y quieran jugar ellos y no porque vayan a hacer feliz a su papá por jugar. El fútbol americano es parte de nuestra cultura americana, y mis hijos ya están inclinándose hacia el juego. Poder verme jugar, verlo en televisión, tan pronto como aparece el fútbol americano van y toman sus pequeños cascos y se paran frente al televisor saltando y quieren jugar. Así que vamos a permitirles jugar si quieren hacerlo, pero no tienen que jugar porque su papá jugó. No van a ganarse ningún punto mío por jugar. Los voy a amar independientemente de todo. Sólo quiero que esperen, como hizo mi padre conmigo.

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