
Heyy, ¿cómo están? Les cuento que hace unos días me fui de recorrido arquitectónico por la CDMX con mi compañero Max. Entre cafés y edificios impresionantes, salió el típico debate: ¿quién es más importante en una obra, los arquitectos o los ingenieros? Y bueno, ahí nos quedamos platicando un buen rato sobre cómo, en realidad, somos un equipo y no rivales.
La eterna rivalidad (que no debería existir)
Si estudias arquitectura o ingeniería, seguro has escuchado (o dicho) cosas como:
“Los arquitectos solo hacen dibujitos.”
“Los ingenieros solo ven números, no saben de diseño.”
“Sin ingenieros, las ideas de los arquitectos se caerían.”
“Sin arquitectos, los ingenieros harían edificios sin alma.”
Y sí, nos reímos de estos comentarios, pero la verdad es que una obra necesita tanto del diseño como de la estructura. No hay un “más importante”, porque si uno falla, el proyecto entero se viene abajo (y a veces, literalmente).
¿Por qué deberíamos llevarnos bien?
Mientras caminábamos por Reforma y admirábamos la Torre BBVA, nos pusimos a pensar: ¿se imaginan lo que pasaría si los arquitectos e ingenieros no colaboraran bien? Un desastre. Aquí algunas razones por las que trabajar juntos es clave:
- El arquitecto tiene la visión estética y funcional, pero el ingeniero la hace posible.
- Los ingenieros optimizan recursos y materiales, pero los arquitectos los adaptan a la experiencia del usuario.
- Juntos encontramos soluciones creativas a problemas estructurales.
- Si no hay comunicación, surgen errores costosos (y frustraciones innecesarias).
Algunos ejemplos icónicos
Hablamos sobre proyectos donde la colaboración entre ambos fue clave, como:
El Museo Soumaya: Diseño curvo impresionante de los arquitectos, pero sin la ingeniería de vanguardia, hubiera sido imposible de construir.
La Torre Reforma: Un reto estructural enorme que necesitó una relación cercana entre arquitectura e ingeniería para hacerla sostenible y resistente a sismos.
El Palacio de Bellas Artes: Un clásico que combina belleza y precisión técnica, prueba de que esta sinergia existe desde hace décadas.

Después de nuestra plática, llegamos a la conclusión de que esta “rivalidad” entre arquitectos e ingenieros es más un chiste que una realidad. Al final, una obra bien hecha es el resultado de un equipo que se entiende y se complementa, no de una competencia sin sentido.
Así que, arquitectos e ingenieros, dejen de pelear (o al menos, háganlo solo por diversión). Nos necesitamos más de lo que creemos.
Bueno, pues gracias por leer. Me saludan a sus perros o gatos. Bueno, chau.

