La música es un arte escénico, su plataforma comunicativa es el concierto.
Para las propuestas creativas, el concierto es el hábitat de la música como obra abierta a la interacción con el público, esencial para crear el presente de los sentidos expresivos compuestos.
Es una materialidad sin objeto, un acontecimiento sensible y perceptivo imposible de envasar en soportes más/o/menos pasteurizados, es una ceremonia vivencial construida por los concertados, un privilegio socializado, un trabajo digno.
También es transparente y sincero, porque es visible.
Las materias primas tiempo y espacio son su ámbito real, sin peligro de ser atrapadas en los cráneos, a través de adminículos que se inserten o tapen las cavidades de las orejas.
Un ámbito, inigualable e inimitable, para que la composición musical exponga su sentido estructural más profundo.
Movimiento expresivo de sonoridades en tiempos y espacios reales e ilusorios.Compartir música en contextos y circunstancias comunicativas irrepetibles.
No se trata de improvisación sobre el lenguaje sino exploración estructural.
No se trata de qué tocar, lo que está abierto es cómo hacemos sonar lo compuesto esa vez.“Hacemos” implica al público, porque cada concierto es la síntesis de una interacción comunicativa.
Por eso componer es crear músicas permeables a esa participación, equilibradas e inestables en su tridimensionalidad.
Por otro lado, componer sobre patrones y convenciones es más fácil, pero produce estabilidad y seguridad, limitando la participación al entusiasmo ocasional, a partir de un pacto comunicativo preestablecido (entretenimiento).
Dos calidades del compromiso artístico que expresan la conflictividad entre trabajo creatIvo y trabajo operativo.
Texto escrito por Ricardo Capellan Director del taller de composición en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla en Argentina