Whiplash

Películas sobre músicos, biografías de compositores e intérpretes hay muchas. La música es la expresión artística que resulta más natural al ser humano, porque entra por el oído y como tal se conecta con fibras distintas a las que hacen sinapsis con la vista o el tacto. Así, la exploración cinematográfica de la música ha ido desde la sinestesia hasta todo aquello que resulta enteramente experimental.

Damien Chazelle tiene en su haber un cortometraje del mismo nombre y otro largometraje basado en el jazz, llamado Guy and Madeline on a Park Bench (2009). La maestría con la que está diseñada y producida Whiplashes sorprendente. Es una película con muchas virtudes, y como producción musical tiene aún más méritos, porque logra entremezclar la intensidad musical con la visual, el ritmo cobra un sentido distinto y las notas vibran en el pecho.

La historia versa sobre Andrew (Teller), un joven baterista que ha sido aceptado en la Escuela de Música más importante de Estados Unidos. Su vida cambia cuando Fletcher (J.K. Simmons) lo escucha tocar y lo invita a formar parte de su banda estudiantil de jazz. Como se trata de un grupo ya avanzado, la presión para ser el mejor se incrementa hasta llevar al límite a Andrew.

No es posible ver esta película sin sentir la vibración sonora de la música. Empezando por la selección musical, que sólo puede cobrar sentido en las entrañas. El jazz parece de otra dimensión cuando los intépretes son perfectos –como reclama sin descanso Fletcher. Las trompetas, los saxofones y el contrabajo cobran sentido cuando se suman al ritmo de la batería, que resulta el alma de la música, porque le da el marcaje rítmico que requiere.

WHIPLASH-01La batería es un instrumento que requiere de una habilidad distinta a otros instrumentos, porque cada extremidad del cuerpo debe funcionar de manera independiente a las otras. Lo que hace una mano no tiene nada que ver con lo que hacen los pies y, en todos los casos, el cuerpo se debe adaptar a una celeridad que debe ser controlada, porque de ello depende el desarrollo de todos los demás músicos de la banda.

Con este preámbulo, es posible ver a Andrew intentando controlar su cuerpo, su sudor, e incluso su sangre (que se desliza por su piel, tras romperse por la fricción de las baquetas). Teller encarna a un chico que se obsesiona por dominar un par de baquetas, los tambores a sus pies y los platillos. Objetos que no tienen vida, a menos que alguien los toque. La batería se vuelve su vida, y el jazz, el motor que lo impulsa a ser como todos los grandes que ha admirado desde siempre.

Pero la música en Whiplash no sólo se escucha, se observa, se contempla, e incluso se “mastica”. Con una iluminación baja, y el desarrollo de toda la historia en interiores (salones de ensayo, estudios, auditorios, cuartos), todo es oscuro, menos el instrumento y su intérprete. La luz emana de los cuerpos que producen sonoridad. La edición acompaña cada golpe de tambor. Hay una continua comunicación entre mano, sudor, baqueta, mirada, tambor, inhalación, platillo, exhalación, bombo, y así en repetición indefinida que hacen al maestro tras la práctica.

WHIPLASH-02La música es celosa y así como eleva al espíritu, también puede hundir a quienes la prueban en la desesperación. Mientras por un lado se ve el ímpetu y la excitación extenuante de Andrew, también se llena la pantalla del impulso –y la soberbia actuación- de J.K. Simmons, quien es un director de banda que parece ha salido del ejército más estricto del mundo. Quien ha dejado de disfrutar la música para orillar a su pupilo al extremo más recóndito que lo hará genial.

Entonces, nuevamente el ímpetu de la luz con el sonido entre platillos, sudor, baqueta, mirada, tambor, y gritos enardecidos de Fletcher. Gritos, rabia, sudor, sangre, platillos, todo en un conjunto armónico y perfectamente orquestado por la banda y por Chazelle, que le ha dado la justa dimensión al drama en combinación con el desarrollo musical.

Mientras avanza la música, se van conociendo de a poco a los personajes y sus intereses, la relación de Andrew con su padre, su novia y su bateria, y la enfermiza conexión que hace con Fletcher y la banda. ¿Hasta dónde puede llegar una persona por alcanzar su máximo deseo? Esa es la pregunta que parece se responde en Whiplash. Nada tiene sentido hasta que no hay un dejo de genialidad, eso es lo que se busca y eso es lo que se obtiene en el trabajo de Chazelle.

WHIPLASH-03Además, la narrativa siempre avanza, se mueve cual cadencia de pieza musical. Inicia suave y acelera paulatinamente hasta crear un momento climático ineludible, que acelera el corazón, trastorna, encanta, entorpece y enaltece, todo en medio de un par de compases; y luego la coda, el final inevitable que va decreciendo conforme avanza la melodía, para luego reinventarse en un descenlace soberbio. Así es esta película, tal como el nombre de la canción que le ha prestado su título.

Definitivamente, saldrán de aquí múltiples premios y nominaciones, y seguramente se esperará mucho más de Chazelle, quien con su sencilla historia ha logrado una maravillosa aproximación a la música y ha encontrado la genialidad en la forma cinematográfica para unir lo sonoro con lo visual, creando una nueva forma de expresión narrativa, la que mezcla las ondas musicales del jazz con el drama desgarrador

 

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