El origami, el ancestral arte oriental del plegado de papel, avanza en su reconocimiento como expresión artística por derecho propio y duradera en Occidente con la próxima apertura de su primer museo en Europa y otro proyectado en América Latina.
Animales reales y fantásticos, figuras geométricas, paisajes, naves espaciales: el mundo del origami da lugar a excepcionales obras en las que muchas veces resulta imposible comprender que todo ha surgido de una hoja de papel sin cortes y sin pegamento.
Este fin de semana , unas 650 aficionados se dieron cita en la convención anual de Origami USA, celebrada en el Instituto Tecnológico de la Moda en Nueva York, donde se exhibieron trabajos de algunos de los mejores origamistas del mundo y se brindaron talleres de aprendizaje.
Uno de los dos invitados especiales de la convención es Jorge Pardo, director de la futura Escuela Museo de Origami de Zaragoza, que tiene previsto abrir sus puertas en diciembre próximo en esa ciudad del norte de España, sede de la asociación más antigua del mundo fundada en 1944.
“Llevamos muchos años atrás de este proyecto del museo. Se va a inaugurar en diciembre y será el primero de Europa”, cuenta Pardo, de 43 años y presidente del Grupo Zaragozano de Papiroflexia, la expresión en español para origami (en japonés “ori” significa plegado y “gami” papel).
Como ensayo se acaba de efectuar una gran muestra temporaria en el lugar que servirá de sede al museo y a la que asistieron 60 mil personas en tres meses, dice Pardo, especialista en “modulares” como su “Flexiball”, una esfera hueca y con aberturas creada a partir de varios papeles y con la que se puede formar diferentes figuras geométricas.