Una vez culminada la lucha de Independencia, la Nación vivió más de cuarenta años de conflictos y rebeliones, entre centralistas y federalistas, entre conservadores y liberales. Durante el último período en el que Santa Anna gobernó (1853-1855) decretó gravámenes sobre la propiedad y el trabajo, canceló la libertad de imprenta e impuso la pena de destierro a todo sospechoso de conspiración.
Este régimen despótico y autoritario provocó descontento e irritación, que se acentuaron cuando en 1853, firmó un tratado con Estados Unidos, con el cual México cedió el territorio de La Mesilla a cambio de 10 millones de pesos.
El 1 de marzo de 1854, Juan Álvarez, destacado republicano, apoyado por Ignacio Comonfort y Florencio Villarreal, promulgó en la hacienda La Providencia, en Guerrero, el Plan de Ayutla, que en un intento por restablecer la República, estipuló el cese en el ejercicio del poder público a Santa Anna; adicionalmente se pretendió elegir a un presidente interino, quien tendría facultades para atender la seguridad e independencia del territorio nacional y demás ramos de la administración pública; y convocaría a un Congreso Extraordinario, a fin de constituir la Nación bajo la forma de República representativa popular.
El Plan fue reformado en Acapulco el 11 de marzo del mismo año, por Comonfort y Villarreal, ambos liberales moderados, y aunque las modificaciones fueron menores, el primero quedó como jefe de las fuerzas liberales.
El movimiento estalló el 1 de mayo; Santa Anna no dio importancia a la sublevación, y aunque luchó, sus tropas fueron rápidamente disminuidas; las protestas originadas en Guerrero, se multiplicaron en diversas partes del país, convirtiéndose en una verdadera revolución, lo que obligó a Santa Anna a abandonar el poder y el país, el 9 de agosto de 1855.
La radicalización de las ideas de Santa Anna, hizo de un movimiento dirigido sólo contra él, una revolución, cuyas posturas liberales, representadas por Benito Juárez, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Miguel Lerdo de Tejada y Guillermo Prieto, fueron las que se plasmaron en la nueva Constitución, la cual se promulgó en 1857 y fue el semillero de la Reforma.