Mujeres que tejen nació en 1992 en Teotitlán del Valle, Oaxaca. Doña Josefina Jiménez, una de sus fundadores, nos cuenta cómo se creó esta cooperativa.
Corría la década de 1990 y la migración hacia Estados Unidos dejaba los pueblos de diversos estados con alta población de mujeres. Teotitlán del Valle, cerca de Oaxaca, no fue la excepción. Ahí vivía Josefina Jiménez, que entonces era una joven que rondaba los 40 años, quien se unió con otras 49 mujeres para crear una cooperativa. Ese proyecto nació, se transformó y continua: se llama Mujeres que tejen y mandan sus piezas a todo México y al extranjero con pedidos online.
Mujeres que tejen nació en 1992 a raíz de que muchas mujeres cabezas de familia teníamos trabajo pero con intermediarios, que eran dueños de los telares y nos daban materia prima. Nosotras sabíamos cardar la lana, hilarla, tejerla pero rentábamos los telares. Queríamos tener nuestro propio trabajo, para poder salir y vender nuestros productos. Entonces, decidimos formar una cooperativa.
Nos juntamos varias mujeres para buscar de qué manera pudiéramos trabajar con nuestros propios telares. Fue difícil porque nos enfrentamos a nuestras propias familias, a nuestras autoridades. O sea, las mujeres en ese tiempo no salían, siempre tenían que estar en casa; salir no era bien visto por las mismas mujeres adultas ni por los hombres.
Nosotras sólo hablábamos zapoteco y se nos dificultaba el español; a veces lo entendíamos pero no lo hablábamos, entonces teníamos muchas barreras.
Íbamos a buscar ayuda y nos decían, ‘pues es que ustedes, si se organizan…’.
Una cooperativa, un acta, registrar acuerdos… ¡una odisea y en otro idioma!
Nosotras no teníamos nada: ni caja de ahorro ni nada. Hasta el tiempo que nos reuníamos, nos costaba mucho. Entonces, decíamos: “¿cómo hacer para tener un acta constitutiva?”. Empezamos a ahorrar, y así pudimos obtener nuestra acta.
Con el acta pudieron solicitar el crédito en Sedesol. Los papeles requerían la firma de la autoridad de Teotitlán y eso costó mucho: reuniones comunitarias en las que había puros hombres, que comenzaban a las 10 de la noche y acababan de madrugada, mujeres que no podían ir, dudas. Y no lo logramos. Tuvimos que ir a Sedesol a pedir que no pusieran como aval a la autoridad porque no nos estaban apoyando.
Accedieron: “bueno, va a salir un cheque a nombre de ustedes; ustedes serán las responsables”. Y ya, tuvimos nuestro primer crédito para poder comprar materia prima. Y ahí conocimos a Semillas Pro Derechos de la Mujer, de la Ciudad de México. Semillas nos financiaron los telares y a raíz de eso empezamos a trabajar.