El cerebro de los ajedrecistas, entendiendo que para serlo se juega, se estudia o se entrena en ajedrez; o por así decirlo, se piensa en ajedrez, dicen las investigaciones que tiene características valiosas que no poseen los cerebros de personas que no practican el ajedrez.
A veces es muy evidente esto cuando uno participa en la organización de eventos y tiene que asesorar a personas que están en el medio del ajedrez pero no juegan torneos. Es evidente que no poseen hábitos de razonamiento y a veces parecen medio lentos. Es muy diferente cuando uno trata a personas habituadas a resolver problemas.
He trabajado muchos años en labores muy ajenas al ajedrez, sobre todo en el sector público donde desde jefe de oficina a director de área y encargado del despacho de una dirección general en una secretaría de Estado tuve oportunidad de desempeñarme. Más de 30 años “cotizando” como dice uno, en el sector gubernamental. Y uno detecta quienes tienen métodos de razonamiento y hábitos adquiridos resolviendo problemas. Me es muy claro que los ajedrecistas de torneos tienen esas cualidades. Por ello considero un deber social promover el ajedrez en toda la sociedad. A eso dedico cuanto puedo dar.Alentar a no ajedrecistas a que se vuelvan instructores, me parece sumamente terrible, pues sencillamente los empujan a hacer algo que requiere mucha dedicación y vocación, y que es una verdadera tortura para quienes no aman realmente el ajedrez. No darán el esfuerzo extra que merecen sus pupilos y no podrán trasmitir ese amor por enfrentar el reto de jugar ajedrez de competencia, motivación básica para que un niño ajedrecista vaya adelante y extraiga de la práctica organizada del ajedrez el máximo beneficio. Lo importante pedagógicamente hablando del ajedrez no es solo jugarlo, sino como se juega.