
¡Hola, hola! ¿Qué tal? Hoy les quiero platicar de algo que me ha estado dando vueltas en la cabeza últimamente: la arquitectura minimalista. Pero no en plan de “aquí te voy a soltar algo super técnico”, sino más bien como algo que he ido descubriendo en mi día a día, casi sin darme cuenta.

Todo empezó hace unas semanas, cuando estaba viendo Pinterest. De repente, me encontré con una casa que tenía: líneas súper limpias, espacios abiertos, colores neutros y nada, pero nada de desorden. Y yo ahí, sentado en mi cuarto, pensé: “¿Cómo puede alguien vivir así, tan… vacío?”. Pero luego me di cuenta de que no se trata de vivir vacío, sino de vivir con lo esencial.

La arquitectura minimalista, para mí, es como ese amigo que siempre te dice las cosas claras y sin rodeos. No hay adornos innecesarios, no hay cosas que estén ahí solo porque sí. Todo tiene un propósito, un porqué.
Por ejemplo, el otro día estaba en mi sala, viendo cómo el sol entraba por la ventana, y me di cuenta de que tengo un montón de muebles que ni uso. ¿Para qué tengo ese sillón extra si nunca se sienta nadie ahí? ¿Y esa mesa de centro que solo sirve para acumular polvo? Ahí fue cuando decidí hacer un cambio. No es que haya tirado todo (tampoco es que sea tan radical), pero sí empecé a reorganizar las cosas para que el espacio se sintiera más abierto, más… minimalista.
Y eso es lo bueno de este estilo: no se trata de vivir en una caja blanca y fría, sino de crear espacios que te hagan sentir bien, que fluyan, que respiren.

Otra cosa que me encanta de este estilo es cómo juega con la luz. Las casas minimalistas suelen tener ventanales enormes, porque la luz natural es clave. Y no es para menos, ¿eh? La luz hace que todo se vea más amplio, más vivo. El otro día leí que, en la arquitectura minimalista, la luz es como un material más, como si fuera parte de la construcción.
En fin, la arquitectura minimalista para mí es como un respiro en medio del caos. Es recordarme que no necesito tener todo lleno de cosas para sentirme bien. A veces, menos, es más, y eso aplica tanto para la vida como para los espacios que habitamos.
¡Nos vemos en la próxima!
