Don Ángel Castellanos Rodríguez Hernández, coordinador de la Feria del Cartón y el Juguete que se instala cada año en las inmediaciones del Parque Morelos, explica con orgullo que son 150 familias las que ofertan calaveritas de dulce, muñecas de cartón, trocas de madera y pan de muerto en este evento que tiene más de 50 años desde su creación. Él, que tiene más de 25 años en el puesto, cuando habla de esta verbena, lo hace con gran cariño, “¡Y cómo no! Ya somos la tercera generación que trabajamos aquí”.
Desde su puesto de tortas ahogadas, el señor reconoce que esta feria ha logrado sobrevivir airosamente porque los mismos jaliscienses no han dejado de ser fieles a la tradición del Día de Muertos, de mantener vigente el arraigo y el fervor al humor negro que gira sobre la muerte y del que los mexicanos somos especialistas.
Aunque la mayoría de estas estirpes son de Jalisco, de municipios de Guadalajara, Tonalá y Tlaquepaque, también hay familias que vienen de ciudades colindantes. Los que traen los juguetes de cartón son de Celaya, Guanajuato, quienes fabrican artesanías de madera como baleros, trompos, futbolitos y llaveros son de Michoacán, Querétaro y Teocaltiche, los que hacen el pan vienen de Tlaxcala y hay otros más que venden de todo un poco que son originarios del Estado de México.
“La mayoría son artesanos. Esta tradición también es propiciada por nuestro líder Antonio Álvarez Esparza que pertenece a la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (Croc) y se ha preocupado mucho porque estos valores tradicionales no mueran, porque la verdad es que nuestro juguetes son muy bonitos y psicomotores porque enrollamos el trompo, el yoyo, jugamos con el balero”.
En el mercado del cartón, el dulce y la madera, que son cien por ciento mexicanos, uno puede encontrarse uno que otro artículo chino o de la festividad americana donde se conjugan los vampiros, las brujas y hombres lobo, pero don Ángel lo toma con cautela. “Esos nuevos juguetes y las muñecas esas del Halloween les enseñan otras cosas más sangrientas a los niños. La autoridad sólo nos da permiso de vender lo que es de la tradición mexicana, hay compañeros que por su propio riesgo los sacan a vender (este tipo de artículos) por lo menos para recuperar la inversión”.
Desde el 15 de octubre y hasta el 15 de noviembre, estas familias seguirán poniendo al alcance de los marchantes calaveritas de azúcar, alfeñique, amaranto, chocolate, barro y yeso en todas las formas y tamaños. También, cascos, marionetas y caballitos de madera, así como juguetes de lámina, resorteras, cocinitas integrales y recámaras en miniatura, claro, y las siempre seductoras e imponentes catrinas.
“Los precios son al alcance de todos, hay muchos que se reducen porque nosotros mismos somos fabricantes. Hay gente de restaurantes que vienen y nos compran porque también nuestros artículos sirven para la decoración. Y también se hacen excursiones, vienen niños de preescolar, primaria y secundaria”.