Unas manchas de tinta en diez cartones rectangulares. Es el sistema diseñado por el psiquiatra y psicoanalista suizo Hermann Rorschach en 1921, un método con plena vigencia porque casi cien años después de ser inventado sigue siendo utilizado por los profesionales hoy en día. El funcionamiento es sencillo: lo que vea cada persona en esas diez láminas revelará rasgos de su caracter y su personalidad.
Hermann Rorschach, que habría cumplido hoy 129 años, llevaba la pintura en la sangre: su padre era profesor de pintura y ya antes de adentrarse en el mundo de la psicología, le gustaba entintar el papel para obtener formas abstractas que, en la mayoría de las veces recordaban a animales voladores.
Puesto en práctica por primera vez en el año 1921, el test Rorschach, que adoptó el nombre de su creador, propone al sujeto diez láminas con manchas ambiguas en su significación, a través de las cuales se transparenta la personalidad del paciente.
Hermann Rorschach, nacido en Zurich el 8 de noviembre de 1884, estudió Medicina en Suiza y Alemania. Célebre médico de la primera generación freudiana, fue apodado desde muy pequeño por sus compañeros de clase como Klex por su habilidad en la «flexografía», juego que consiste en manchar con tinta una hoja de papel y después plegarla. El resultado, al desdoblarla, es un original borrón que suele adquirir formas variada que evocan objetos, animales o plantas. Fue este el germen que alimentó la idea de desarrollar un psicoanálisis basado en estas interpretaciones. Pero antes, Hermann Rorschach desarrolló su formación en el campo de la sanidad, orientándose hacia la medicina para estudiar, más tarde, psiquiatría con Eugen Bleuler y Carl Gustav Jung en la Clínica del Burghölzli. Y descubrió entonces las ideas freudianas.
Curiosamente, a Hermann Rorschach, al igual que a Freud, le marcó de manera determinante la obra de Dmitri Merejkovski La novela de Leonardo da Vinci, en particular el capítulo en el que se abarca como el maestro hace surgir una «quimera de fauces abiertas» siguiendo con el dedo las manchas de humedad de un viejo muro. Años más tarde, en 1919, fundó con Oskar Pfister y Emil Oberholzer la Sociedad Suiza de Psicoanálisis y durante los tres últimos años de su fugaz vida redactó la gran obra que lo haría célebre Psychodiagnostik, publicada un año antes de su muerte.
En Psychodiagnostik Hermann Rorschach desplegó el principio del test proyectivo. Esta prueba está destinado a explorar el mecanismo de las representaciones que imaginan niños y adultos. Para ello, el test les hace expresar asociaciones verbales a partir de manchas. Heredero de la tradición romántica alemana, pero al mismo tiempo con aspiraciones reformistas, Rorschach diferencia dos funciones principales de la actividad psicológica: la introversión o el mundo de las imágenes interiores y la extraversión o el ámbito de la relación social, los colores, las emociones, la interactuación.
El test de Rorschach consta de diez láminas divididas en tres tipos: cinco acromáticas, tres cromáticas y dos en negro y en rojo. Hermann Rorschach explicaba que la prueba consiste en interpretar formas accidentales, es decir, imágenes sin configuración determinada. No existen respuestas correctas o incorrectas para definir los dibujos, sino ideas comunes, las más repetidas, más populares o convencionales. Si el individuo se aleja en su contestación demasiado de ellas reflejará un distanciamiento de la realidad.
Para evaluar las respuestas del test de Hermann Rorschach se utilizan varios criterios como el tiempo que tarda el sujeto en identificar algo en la mancha, la posición (si ve el objeto girado), localización (lugar concreto de la mancha en la que se visualiza algo), forma, movimiento, si el color justifica el resultado final o la categoría (si advierte una forma humana, animal, un objeto…). Las lecturas de esta prueba han tenido varias vertientes psicológicas y juesto es en este punto donde se encuentran sus grandes pegas. Su mala utilización y la escasa comprobación científicamente en la que se sustenta este método hacen que ciertas corrientes rechacen su utilización y fiabilidad.
Hermann Rorschach murió a los 37 años, como consecuencia de una apendicitis aguda, antes de que lo pudieran operar.