9 de marzo: En Milenio las mujeres paramos y éstas son nuestras razones

En un medio de comunicación la información nunca para, pero este lunes 9 de marzo, las mujeres en MILENIO hemos decidido sí hacerlo; no salir a la calle a cubrir las asignaciones ni acudir a la redacción a diseñar, escribir o editar las páginas del impreso o las notas en el sitio web. Hoy las mujeres de MILENIO estamos en paro por todas aquellas que un día ya no pudieron regresar a casa o no llegaron a sus trabajos porque fueron víctimas de la violencia de género. Mujeres de MILENIO alzan la voz y comparten sus razones para sumarse al paro:

Melissa del Pozo

Reportera “Por mi valiente hermana que denunció a su profesor acosador de la maestría y lo corrieron de la UNAM. Por todos los años que mi madre no trabajó, obligada por mi padre que prefería que ella se quedara en casa a cuidarnos y hacerle de comer. Por todas las veces que me dijeron que un hombre era mejor para una cobertura de “riesgo”. Por las veces que entrevisté a políticos y estos me decían que era bonita para ser reportera o que aceptara una cena o regalos y no me pusiera ‘pesada’. Por todos los años que mis compañeras y yo hemos recibido un salario más bajo que el de mis compañeros hombres. Por mis amigas madres que han decidido criar a sus hijos sin necesitar de nadie. Por las incansables mujeres que buscan a sus hijos y les queda energía para reír. Por las madres de los niños heridos y fallecidos en la Guardería ABC que exigen justicia. Porque quiero que mis sobrinas crezcan fuertes, seguras, saludables; porque ninguna mujer merece violencia de ningún tipo. Porque merecemos ser felices. Porque estamos hartas de tener miedo”.

Inés Rocha

Diseñadora “Yo paro por mi niña interna, que alguna vez fue abusada por un familiar y sólo pudo sacarlo en terapia y perdonarse por callar tanto tiempo por miedo, por vergüenza y con la seguridad que nadie le creería. Paro porque me aterra que mis hijas salgan un día a sus actividades, y de seguir así, un día ya no regresen. Paro por mi yo del presente, que sale cada día a trabajar y agradezco cada vez que llego a casa sana y salva para un nuevo día. Paro por mis hermanas, mis sobrinas, mis primas, mis amigas, mi madre y todas las mujeres que conforman mi entorno porque quiero tenerlas siempre a mi lado sin estar con la zozobra de no volverlas a ver”.

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Claudia Amador

Coordinadora de El Asalto a la Razón con Carlos Marín “Hace poco, leí una frase de quien se convirtió en mi escritora favorita desde mis años adolescentes porque se propuso retratar el desamor y el dolor que por él sentimos, ese maltrato al miocardio que sólo nota quien lo sufre. Pero ese no es el tema. La recordé hace algunas semanas cuando recibía cada vez más fichas de mujeres y niñas desaparecidas, algunas de ellas asesinadas; pocas “localizadas”, tristemente en la condición de ser otra en el mismo empaque juntando las piezas del corazón y la mente tratando de encontrar un resquicio de esperanza para querer seguir viviendo. Desde entonces la repite mi memoria de tanto en tanto. De alguna manera, para mi, resume la indefensión que nos ha venido alcanzando. Dice Ángeles Mastretta: “Nuestro destino es impredecible y azaroso como los sueños. Por eso temblamos cada mañana cuando el mundo se ilumina y nos despierta”. Estremece escuchar las noticias, da temor cuando las mujeres de mi vida, madre, abuela, amigas, vecinas, van rumbo a tomar la calle. Tenemos, en todos los sentidos, un destino incierto, impredecible… La razón fundamental por la que escribo este texto es porque pienso en el dolor. El dolor ante la pérdida de vidas, respeto, seguridad, igualdad, libertad. Indignan la desventaja, la opresión y el abuso. Escribo este texto porque fui acosada y maltratada tres veces tres, como en los toros: en mis primeros años laborales, allá por el estallamiento zapatista, un brillante director de Culturas Populares insistió durante un año para que cayera en sus garras. Pese a todo, lo pude capotear amablemente sin consecuencias que lamentar realmente. Tal vez eran otros tiempos. Ahora, de vez en cuando leo muy esporádicamente alguna nota sobre él y sus dichos. A estas alturas debe ser hombre senil físicamente. ¿Qué hice? Nada. Inexperta, me daban miedo las represalias y la persecución. Otro, tristemente, fue el primer director de este medio, sí, director de Milenio. Un sujeto aparentemente terso, muy inteligente pero sumamente atroz. Ese hombre no solo me acosó laboralmente, me maltrató terriblemente. No sólo a mí, a la mayoría de mujeres a su alrededor. Era la viva imagen del desprecio. Muchas no se han dado cuenta todavía de su oscuro influjo sobre ellas. Su peso, en todos los sentidos, fue aplastante. ¿Qué hice? Nada. Sabía que de mi silencio dependía no solo mi trabajo. Y el tercero vino de quien menos hubiera esperado, de un amigo querido que perdió la razón por su cotidiana inactividad. ¿Qué hice? Denunciar. ¿Qué resultó? Un año de pesadumbre. Sus madres, a ellos y a todos esos malnacidos, debieron decirles: “Cuando maltratas a una mujer dejas de ser un hombre”. Total que me animé a escribir esto porque duele esa violencia muchas veces imperceptible que ni el agresor repara en ella. Duele la que alcanza grados extremos y salvajes, sangrientos, que te hace pensar que ese es el límite de la atrocidad, pero siempre se escala. Escribo esto porque duele haber callado cuando alguna de mis compañeras lloró en mi hombro por alguna injusticia, maltrato u acoso y no pude ayudarlas o convencerlas de que denunciaran pero, de nuevo, la necesidad, como a mi, las hizo callar. Escribo esto porque duele ver que el trabajo que amabas caiga en manos de un hombre que lo acepta con tal de mantener el suyo. La violencia y la deshonestidad son el último recurso del incompetente y el mediocre. Escribo esto por la sobrina niña de una amiga que hace pocos meses fue llevada lejos de su hogar y encontrada “viva” en otro estado. Escribo esto porque indignan, duelen los argumentos falaces que nos criminalizan. Escribo esto porque duele ser tomadas como moneda de cambio. Escribo esto porque duele la crítica con sonrisa en cara. Escribo esto porque no te creen cuando delatas a quien te hostiga y terminas siendo una histérica mentirosa.

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Escribo esto porque duele, a cada amanecer, recordar la imagen del rostro brutalmente golpeado de quien amas profundamente. Escribo esto porque duele ver que entre machos hay solidaridad a pesar de que les conste que han dicho o actuado con miserable condición. Por esto y más, debemos romper con el silencio, el miedo; unirnos, pedir ayuda, ser solidarias, E-M-P-Á-T-I-C-A-S entre nosotras y trabajar para alcanzar nuestra seguridad, justicia, equidad. Porque erradicar (ahorita parece sueño guajiro) la violencia contra nosotras no solo es una buena idea, buscarla se convierte en la obligación de cada una, de nuestros compañeros de viaje y de cualquier gobierno que se respete. Es garantizar la dignificación de nuestra naturaleza y valores. Nuestra fortaleza. Que nos aquilaten como similares, fuera de cualquier subordinación, pero sin dejar de reconocer las obvias diferencias de género que dan a cada quien su valor único. Les deseo que 8 y 9 sean días colmados de buenas y profundas reflexiones. Tomemos partido ante las atrocidades. La posición neutral ayuda siempre al agresor, nunca a la víctima. Ojalá pronto escuchemos el sonido de nuestros pies alejándose del miedo, el riesgo y el dolor”.

Montserrat Tula

Editora de redes sociales “Paro porque al día están matando al menos a 10 mujeres, porque la violencia de género debe visibilizarse, porque las actitudes machistas deben eliminarse y porque aunque se crea que es un problema mínimo, es algo que nos está rebasando. No importa cómo iba vestida, en dónde andaba o con quién salía, la seguridad debería estar garantizada para todas y todos y debemos de dejar de culpar a las víctimas”.