
¡Hola, hola, ingenieros y arquitectos! Hoy les revelaré un secreto de Antoni Gaudí, el mago de los sueños en piedra. ¿Sabían que detrás de sus iglesias que parecen arrancadas del cielo, había una obsesión que lo inspiró todo… ¡las escamas de los peces y las conchas del mar!

¡Sí, como lo oyen! Todo comenzó en la playa de Mataró, donde un joven Gaudí pasaba horas observando cómo la luz se filtraba entre la espuma y los caracoles. “La naturaleza no hace nada recto”, decía, mientras dibujaba espirales imposibles en la arena con un palo.
Este amor por el mundo submarino es lo que dio vida a la Sagrada Familia. Si miran con atención, sus torres no son simples agujas góticas: son corales gigantes que crecen hacia el cielo. ¿Y los techos de la Casa Batlló? No son solo colores y curvas… son el esqueleto dorado de un dragón marino, con balcones que imitan los dientes de la boca de una ballena. Incluso el Park Güell esconde el secreto: sus famosos bancos ondulados son, en realidad, serpientes de mosaico que se arrastran como las olas en la costa.

Lo más fascinante es cómo Gaudí convirtió el agua en piedra. En la Casa Milà, las barandas de los balcones no son más que algas fosilizadas, y los techos curvos parecen el fondo del mar iluminado por destellos de sol. ¿Y no se han fijado en que sus famosos trencadís brillan como escamas de pez bajo la luz?
El proyecto que casi lo delató fue una fuente diseñada para un parque: sus bocetos mostraban un pez gigante escupiendo agua, pero al final lo transformó en un dragón abstracto. “La belleza es un misterio que debe intuirse, no explicarse”, comento.
Y así, sin que nadie se diera cuenta, Gaudí pasó de coleccionar conchas a esculpir mundos submarinos en medio de la ciudad. Ahora saben que están hechas con el alma salada del océano.
