“La Catrina al muerto se va a llevar, pero en la fiesta se va a quedar”.
De acuerdo con la pintora y restauradora de arte Bertha Sandoval Romero, La Catrina fue creada por artistas mexicanos como una metáfora de la alta clase social mexicana anterior a la Revolución, es decir la de tiempos de Porfirio Díaz. Después este esqueleto ataviado de elegantes y coloridas ropas, de señora de alta sociedad vestida para dar un paseo por la antigua Alameda Central, se hizo un símbolo de la Muerte en la celebración, el 1 y 2 de noviembre, del Dìa de los Muertos.
‘La Catrina’ puede mostrarse de muchas formas. Algunas veces se presenta alegre, vestida con la elegancia de comienzos del siglo pasado, deseosa de divertirse e incluso coqueta y seductora con los mortales. Pero otras veces, es la ‘huesuda’ que en cualquier momento sólo se aparece para llevarnos de este mundo.
La relación que con ella se tiene está definida por circunstancias vinculadas con la historia y la cultura; en las tradiciones y costumbres de cada región se le considera un huésped imprescindible en la ocasiones importantes con los muertos, como el Día de Todos Santos y el dìa de los Fieles Difuntos. La muerte y la memoria de nuestros seres queridos nos dan un sentido de identidad que a su vez arraiga nuestra cultura.
Algunos artistas plasmaron la imagen de La Catrina en grabados que la han hecho inmortal. Por ejemplo, Manuel Manilla, nacido en 1830 y muerto en 1895, es considerado el precursor de José Guadalupe Posada por sus caricaturas que incluyen personajes esqueléticos. Pero quizá el más conocido de los grabadores sea precisamente Posada, quien naciera en Aguascalientes el 2 de febrero de 1852, y muriera en la Ciudad de México el 20 de enero de 1913.
Célebre por sus dibujos y grabados sobre la muerte y por ser un apasionado de la caricatura política, desarrolló nuevas técnicas de impresión. Trabajó y fundó periódicos importantes. Consolidó la fiesta del día de los muertos con sus interpretaciones de la vida cotidiana y actitudes del mexicano por medio de calaveras actuando como gente común.
El muralista Diego Rivera también plasmó a La Catrina en el mural ‘Una tarde dominical en la Alameda Central’, en el que la Muerte usa un atuendo muy refinado con remembranzas de la moda de comienzos del siglo pasado y con vestigios de la cultura prehispánica, como es la serpiente emplumada en sus hombros.