La procrastinación consiste en posponer deliberadamente tareas importantes pendientes, a pesar de tener la oportunidad de llevarlas a cabo (se tiene el tiempo y la ocasión). Puede afectar a acciones (por ejemplo terminar un trabajo pendiente), conductas (posponer el dejar de fumar o el hacer ejercicio) y/o a la toma de decisiones.
Los procrastinadores crónicos son conscientes de las consecuencias que comporta su tendencia a posponer: proyectos personales y profesionales estancados, recargos económicos, problemas de salud, oportunidades perdidas, excusas por inventar, disculpas por pedir… También tiene un elevado coste interno, que suele consistir en sentimientos de inadecuación, frustración, reacciones de ansiedad y baja autoestima. A pesar de conocer el precio a pagar, no logran ponerse “en marcha”.
La procrastinación, el procrastinador o la procrastinadora tiene la sensación de pérdida de control sobre lo que quiere hacer, su vida va hacia la inestabilidad emocional, sus intenciones cada vez cuentan menos y le invade una gran frustración. En esos momentos en el procrastinador o procrastinadora aparecen pensamientos negativos, creen que no serán capaces de empezar lo que se han propuesto. Empieza la rumiación: Debería haberlo hecho ya. No creo que pueda. Tal vez mañana estaré más motivado. Seguro que mañana si puedo. Soy un desastre…
Procrastinamos con muchas y diversas cosas: tareas cotidianas, necesidades (como pedir cita al médico, resolver asuntos en el banco…), incluso responsabilidades (cumplir plazos de proyectos de trabajo o familiares…).
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