
El Día de Muertos es una de las celebraciones más profundas y emblemáticas de México. Más que una fecha en el calendario, es una expresión de identidad colectiva, de amor por quienes nos antecedieron y de orgullo por nuestras raíces. Las calles se visten de papel picado, las flores de cempasúchil iluminan los altares y el aroma del pan de muerto se convierte en un lenguaje de memoria.
Pero en los últimos años, esta tradición ha trascendido el ámbito familiar para llegar también al empresarial. Las marcas han encontrado en el Día de Muertos una oportunidad para conectar emocionalmente con el consumidor, rindiendo homenaje a la cultura mexicana y, al mismo tiempo, fortaleciendo su identidad corporativa. Sin embargo, hacerlo con autenticidad es clave: la diferencia entre rendir tributo y explotar una tradición es tan sutil como esencial.
El poder de las emociones: cuando la cultura inspira al marketing
En un entorno saturado de publicidad, las campañas que logran perdurar son aquellas que tocan fibras emocionales. El Día de Muertos se ha convertido en una de las fechas más valiosas para las marcas mexicanas porque representa un puente entre el recuerdo, la identidad y el orgullo nacional.
Las empresas han entendido que el consumidor no busca solo un producto o una promoción, sino una conexión con lo que lo representa.
Ejemplos como Cerveza Victoria lo demuestran. Sus campañas —como “Vive lo que te hace inmortal” o “El sabor del reencuentro”— no solo usan los símbolos del Día de Muertos, sino que reinterpretan leyendas y tradiciones para celebrar la vida y la memoria colectiva. A través de narrativas visuales y emocionales, Victoria logró posicionarse como una marca que honra la mexicanidad con respeto, sensibilidad y orgullo.
Del mismo modo, Panificadora La Esperanza o Starbucks México reinventan cada año el clásico pan de muerto, combinando innovación con nostalgia. Sus productos no solo apelan al sabor, sino al ritual: compartir, recordar, celebrar. En ambos casos, las marcas comprenden que el valor está en la experiencia cultural, no en la mercancía.


Autenticidad y respeto: los ingredientes que dan vida a una tradición
En los últimos años, las empresas han aprendido que no se puede “usar” una tradición sin comprenderla. El consumidor mexicano actual es más consciente y exige autenticidad. Por eso, las marcas que realmente destacan son aquellas que integran la celebración no solo en sus campañas externas, sino en su cultura interna.
Cada vez más organizaciones —desde corporativos hasta PYMES— montan altares en sus oficinas, invitan a sus colaboradores a participar, realizan concursos de ofrendas o talleres culturales. Estas acciones fortalecen la identidad colectiva y crean un ambiente laboral más humano. Celebrar el Día de Muertos en una empresa es también una forma simbólica de reconocer el valor de la historia, de los fundadores y de los logros pasados que allanaron el camino para el presente.
Incluso marcas internacionales han aprendido a adaptar su comunicación con respeto y sensibilidad. Por ejemplo, Disney y Pixar con la película “Coco” lograron un equilibrio excepcional entre entretenimiento y homenaje cultural. Aunque al principio hubo dudas sobre su tratamiento del tema, la producción terminó siendo un reconocimiento genuino a las costumbres mexicanas, ayudando a difundirlas con orgullo en todo el mundo. La película Coco (2017) demostró cómo una gran empresa puede interpretar una tradición mexicana con respeto y resonancia global. Según Disney Latino, Coco muestra de manera detallada ‘las 4 tradiciones del Día de Muertos…’ que conectan con la cultura mexicana profunda.
Gracias a esa película, millones de personas en otros países conocieron la esencia del Día de Muertos: no la muerte, sino el amor que permanece. Y eso es exactamente lo que las empresas pueden aprender: cuando el mensaje nace del respeto y la emoción, trasciende fronteras.
Tradición, innovación y propósito: el nuevo lenguaje de las marcas mexicanas
El equilibrio entre innovación y tradición define el nuevo rumbo del marketing cultural. En México, empresas de sectores muy distintos —desde Coca-Cola hasta Nike México— han encontrado formas creativas de participar en la festividad.
Coca-Cola, por ejemplo, ha lanzado ediciones limitadas de botellas con diseños inspirados en papel picado y calaveras, combinando su branding global con un toque local que refuerza el sentido de pertenencia. Nike, por su parte, presentó una línea de tenis “Día de Muertos”, inspirada en la flor de cempasúchil y los colores de los altares tradicionales. Más allá del diseño, estas campañas buscan celebrar la identidad mexicana desde la creatividad contemporánea.
Por otro lado, marcas locales y emprendedores han aprovechado el espíritu de la fecha para impulsar productos artesanales, sostenibles y con historia: velas hechas a mano, pan tradicional con recetas familiares o piezas de arte urbano inspiradas en las calaveras de Posada. Así, el Día de Muertos no solo se mantiene vivo, sino que evoluciona con nuevas generaciones que reinterpretan la tradición desde su propia voz.
Asimismo, la Universidad Internacional UNINTER se involucra activamente en esta celebración mediante su concurso de catrinas y sus tradicionales ofrendas que se instalan cada año en los distintos edificios de la universidad. Estas expresiones artísticas y culturales reflejan el compromiso de la comunidad universitaria con la preservación de las tradiciones mexicanas y el fomento de la creatividad entre los estudiantes.

Cuando la memoria también tiene marca
El Día de Muertos enseña que lo importante no es permanecer, sino trascender. Las marcas que logran hacerlo no son las que imponen un mensaje, sino las que escuchan, aprenden y honran la cultura que las rodea.
Hoy más que nunca, el consumidor mexicano valora la autenticidad, el propósito y el respeto. En un mundo digital donde todo cambia con rapidez, las tradiciones siguen siendo anclas de identidad. Y las empresas que las abrazan con sensibilidad no solo ganan relevancia: ganan corazón.
Porque en el altar del consumidor —igual que en los hogares mexicanos— solo permanecen aquellas marcas que dejan una huella emocional.
Y eso, en el fondo, es la verdadera inmortalidad.
