Escrito por: Dr. Rubén Álvarez Venegas Profesor de Posgrado de la Universidad Internacional.
Para iniciar un proyecto de investigación, el cual culminará con la presentación de una tesis, es recomendable consultar siempre los libros de Metodología y atender a las recomendaciones formuladas por todos los profesores de investigación; no obstante, una manera muy sencilla de trabajar un proyecto, es a través de la formulación de diversas preguntas lógicamente ordenadas que permitan al tesista guiar las respuestas y, con ello, desarrollar un texto general de manera integrada.
El cerebro humano, de manera natural, trabaja y aprende mediante la formulación de preguntas y el desarrollo de procesos iterativos, a fin de poder comprender el entorno y darle forma. En la medida en que formulamos una pregunta y logramos conocer la respuesta, nos apropiamos de una parte de la realidad y esto vuelve más fácil poder explicarla.
El ser humano es Inteligente por naturaleza, y es a través del alineamiento de las ideas como podemos construir un modelo de nuestra realidad e, incluso, poder anticiparnos a una situación probable o posible; no porque seamos sabios o doctos en una materia, sino porque observamos el entorno, planteamos las preguntas adecuadas, buscamos las respuestas correctas y tomamos las decisiones que mejor se ajusten a dicha realidad o situación problemática.
Un ejemplo cotidiano de este patrón de pensamiento sería lo siguiente:
Si percibimos que baja la temperatura, comenzamos a oler la humedad del ambiente, observamos que hay nubes densas que obscurecen el cielo, sentimos como sopla cada vez más fuerte el viento y observamos que caen las hojas de los árboles ¿Qué que habrá de suceder?
No significa que podamos predecir el futuro, ni que seamos meteorólogos, lo que en realidad estamos haciendo es inteligencia.
Ordenamos lógicamente los eventos que suceden a nuestro alrededor y los vinculamos entre sí para conseguir una respuesta a un problema o una posible vía de desenlace de dicho evento… ¡Va a llover!
A tal grado tenemos nuestra inteligencia desarrollada que, en este caso, hasta podemos estimar un tiempo aproximado para que llueva y, muy frecuentemente, acertamos, por lo que somos capaces de tomar una decisión que prevenga o evite algún tipo de problema o conflicto, es decir, que nos mojemos. Eso es hacer inteligencia.
La palabra Inteligencia proviene del latín intelligire, es decir, inter-legere o interligar, “leer adentro” o “entreligar”. Es percibir más allá de lo obvio y saber escoger la mejor opción. 6
Pues bien, en materia de investigación, también hacemos inteligencia. Por supuesto, es algo más complejo que solamente anticiparnos a la lluvia, sin embargo, el patrón de pensamiento es el mismo.
Una de las formas más prácticas para lograrlo es mediante la formulación de preguntas sobre cada una de las partes que rodean al fenómeno, evento u objeto de estudio y, a partir de ellas, trabajar en la búsqueda de las respuestas más adecuadas, para, posteriormente, ordenarlas en la secuencia correcta.
En otras palabras, es como armar un rompecabezas, donde cada pieza colocada en el lugar correcto es la respuesta a una o varias preguntas como ¿Dónde debe ir esta pieza? y ¿En qué posición?
Se trata de armar un rompecabezas, pero con una lógica establecida por un paradigma diferenciador o modelo de pensamiento llamado “Marco Teórico”.
Como en una receta de cocina, la secuencia en la que se lleven a cabo las actividades traerá resultados diferentes a cuando se utiliza otra secuencia, aunque los componentes o insumos sean los mismos. En investigación y, particularmente, en la interpretación de los resultados y la elaboración del informe, sucede exactamente lo mismo.
Es por ello que, el Marco Teórico o modelo de pensamiento rector debe guiar el trabajo de investigación, a fin de perfilarlo hacia un enfoque que dé respuesta al problema de original.
Justo en este espacio, es donde se debe desarrollar la Inteligencia Académica, que busca reconocer las funciones mentales que más contribuyen al éxito, en este caso, de la investigación, asimilando y reconociendo conceptos operables y sus relaciones entre sí. 7
Se pueden tener muchos conocimientos de orden teórico, se puede saber mucho sobre el fenómeno, evento u objeto de estudio, pero de nada servirá si no se lleva a cabo un proceso inteligente que logre relacionar los eventos de causa-efecto y sus posibles desenlaces o afectaciones.
Inteligencia y Sabiduría, entonces, son dos elementos que están estrechamente vinculados entre sí, pero no significan lo mismo. La inteligencia corresponde a la capacidad de entender, asimilar, elaborar información y emplearla para resolver dudas o problemas y, por su lado, la sabiduría corresponde a la adquisición de más conocimientos que los comunes u ordinarios como resultado del estudio constante. 8
Por supuesto, en la medida en que mayor conocimiento se tenga sobre un tema, es más probable que se puedan resolver problemas de manera inteligente. Por ello, es necesario que, para llevar a cabo una investigación (en este caso una tesis), se requiere de conocer profundamente sobre el tema (explorando cada vez más profundamente las ideas de los estudiosos y teóricos de la materia), para, posteriormente, establecer las conexiones y vínculos que permitan al investigador interpretar las relaciones de causa-efecto del fenómeno u objeto de estudio y poder plantear alternativas de solución o acciones a seguir en un campo y momento determinado.
6 http://etimologias.dechile.net. También se puede complementar con lo expuesto por Díaz Esteve, José, 2001.
7 Esta es una interpretación que se realiza a partir de la propuesta presentada por Díaz Esteve, José, 2001.
8 Definiciones basadas en lo expuesto por la Real Academia Española.
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Dr. Rubén Álvarez Venegas
Catedrático en Posgrado de la Universidad Internacional.
Av. San Jerónimo 304, Col. San Jerónimo, Cuernavaca, Morelos
ralven66@hotmail.com
