¿Qué sería el feminismo si no fuera radical? ¿abortar pero poquito?”: “Womansplaining”

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Condescendencia masculina, “macho-explicación” o, como lo llaman en inglés, “mansplaining”

Casi todos —sobre todo; casi todas— conocemos la expresión o hemos experimentado en algún momento la dinámica que representa: un “deja que te explique” en tono paternalista; a veces altivo, de experto —”macho-experto”— impuesto por el género (evidentemente, masculino).

La escritora, periodista y feminista colombiana, Gloria Susana Esquivel ironiza con el concepto inverso: “Womansplaining”.

“Hay un chiste con mis amigos; que dicen que soy yo quien les hago el ‘mansplaining’ a mis parejas porque tiendo a explicar mucho las cosas”, le cuenta a BBC Mundo. “Así que me dije: yo voy a hacer ‘womansplaining'”.

Le puso ese nombre a la exitosa serie de podcasts que presenta; en la que aborda temas de cultura, economía, ecología, política y género, desde un punto de vista femenino.

“Somos el podcast más escuchado en Colombia en categoría ‘comedia’. Y no sabría decirte por qué los algoritmos de Apple y Spotify decidieron que era comedia, pero así lo catalogaron”, cuenta entre risas.

La idea de hacer el programa surgió poco después del Año Colombia-Francia, un intercambio cultural celebrado en París en 2017 para reforzar la relación entre ambos países al que solo invitaron a escritores (hombres).

Tras el evento, algunos medios alertaron sobre la “invisibilización” de las mujeres y hubo una carta pública al Ministerio de Cultura y a la Biblioteca Nacional firmada por 42 escritoras del país.

  • “Colombia tiene escritoras”, reclamaban.

Además de ejercer el periodismo; Esquivel es la autora del poemario “El lado salvaje” (2016) y de la novela de ficción “Animales del fin del mundo” (2017).

La nueva abanderada del “womansplaining” fue invitada a participar en el “Hay Festival” de Cartagena, Colombia; donde hablará sobre periodismo combativo y sobre su trabajo como escritora, esta vez junto a otras mujeres.

A continuación, la entrevista completa con BBC Mundo.

1. ¿Cómo es llevar la etiqueta de “mujer feminista” en Colombia?

No es fácil porque Colombia es un país muy machista. Los hombres son los reyes y la cultura patriarcal es muy dominante. Yo siento que el caso de nuestro país es interesante porque las leyes parecieran cobijar de alguna manera la lucha feminista; pero no se traducen a la realidad social.

Hay avances legales muy fuertes, pero el problema es que la sociedad no entiende esas leyes. Por ejemplo, la sentencia que despenalizó el aborto en Colombia en tres casos fue un modelo para México o Brasil.

Sin embargo, aunque existe la posibilidad de hacerse un aborto en Colombia, para que las mujeres accedan a él tienen que ser de ciudad; con conocimiento de la ley; además hay muchos doctores que son objetores de conciencia y que llegan a leer la Biblia y a hablar de catolicismo en sus consultas.

2. ¿Y como escritora?

Pues cuando mi novela salió encontré mucho machismo por parte de mis colegas; que además dicen ser hombres de mente abierta y realmente no lo son.

El territorio literario es muy machista. Varios colegas me han tratado de forma condescendiente por ser mujer. Y, por supuesto, la industria ha tratado la literatura de las mujeres como una literatura menor.

Tengo un proyecto de una maestría de escritura creativa en Colombia con unos colegas que son grandes amigos míos; y mis propios alumnos me decían que fui la sorpresa de la maestría, que pensaban que yo estaba ahí por ser novia de alguno… Es tremendo.

El Año Colombia-Francia 2017 impulsó su trayectoria profesional hacia el periodismo de género. ¿Por qué le pareció tan significativo que excluyeran a las mujeres de aquel evento?

(Lo ocurrido en París) hizo saltar todas las alarmas porque, primero que todo, Colombia es un país pluriétnico y no había ningún escritor afro ni indígena. Y además todos eran hombres.

Pero mis colegas escritores (hombres) también saltaron sus alarmas y comenzaron a decir que les parecía el colmo que las mujeres nos estuvieramos organizando; que si no nos habían invitado era porque probablemente no éramos buenas; que estábamos peleando porque queríamos que nos llevaran a Francia gratis.

Fue un derroche de machismo muy fuerte de parte de mis colegas y de los medios de comunicación. Yo siempre había pensado, muy erróneamente, que el mundo de la cultura era un poco más “progre”, que el machismo no estaba tan instalado. Y con esa experiencia me di cuenta de que claramente sí lo estaba.

También vi que las personas estaban muy equivocadas a la hora de saber qué es el machismo; cómo se combate o cómo se habla de él; y también sobre el feminismo.

3. ¿Por ejemplo?

Por ejemplo, hay muchas mujeres que entienden el feminismo desde un esencialismo. Dicen que solo las mujeres cis [cisgénero: no transgénero] pueden ser feministas.

  • Me parece que es equivocado y que realmente no es el punto.

Y hay muchas mujeres que dicen: “Yo no soy feminista porque yo no odio a los hombres”; y eso no tiene nada que ver con el feminismo.

También veo a muchos hombres, intelectuales sobre todo, en columnas de prensa —muchas veces en España— que dicen que las feministas son unas radicales, que son unas quejetas (quejicas).

Lo que yo veo ahí realmente es una falta de empatía y de imaginación como hombres privilegiados que siempre han tenido la vocería y el discurso; y que no son capaces de imaginar que hay gente en el mundo que no tiene ese lugar y que no lo puede ocupar; ya sea por género, por raza o por lugar de nacimiento.

4. ¿Cómo cree que puede repercutir esa supuesta falta de empatía y de imaginación en lo que respecta al feminismo?

En un podcast del New Yorker en el que entrevistaron a Greta Gerwig, la directora de cine estadounidense que ahorita sacó la nueva versión de: “Mujercitas”, decía una cosa muy interesante al respecto.

Ella decía que las mujeres cuando leemos literatura estamos acostumbradas a imaginarnos con personajes masculinos porque suelen tener más dominancia en cierta literatura. Todas queremos ser el Quijote o Sancho. Sin embargo, es más complicado que un hombre quiera imaginarse siendo Dulcinea.

Esa idea me pareció muy interesante y creo que refleja la situación.

Pero también hay mujeres que no tienen empatía…

Sí. Me viene a la cabeza la canadiense Margaret Atwood, autora de “El cuento de la criada”, que habla mucho de estas mujeres. Muchos de sus personajes son mujeres muy patriarcales; que negocian con el patriarcado un lugar en el poder o que sencillamente no se dan cuenta de que lo son.

Yo creo que hay muchas mujeres que dicen: “A mí nunca me han acosado, a mí nunca me han hecho un me too, a mí me gusta que me den piropos, tú eres una exagerada…”.

Eso me genera compasión porque son mujeres que no se han puesto a pensar un segundo cómo las están viendo esos hombres. Ellas creen que las están tratando como iguales, cuando realmente no es así.

  • Siento que parten de un desconocimiento, un privilegio y una ignorancia muy grande.

5. En pocas palabras: ¿qué es para usted el feminismo?

Es la lucha por la igualdad y por la dignidad. A mí me gustaría que a las mujeres nos trataran de manera digna como ciudadanas plenas.

En un capítulo de “Womansplaining” abordan el debate acerca de las prioridades del feminismo en Colombia. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Me gustaría decir que nací en un lugar liberal y que mi mamá y mi abuela lucharon por los derechos de las mujeres, pero no es verdad. Yo crecí en un hogar colombiano cualquiera en donde las mujeres están oprimidas por los hombres, en donde tener un hijo varón es una bendición.

Desmontar todas esas creencias es un trabajo muy fuerte que tenemos que hacer culturalmente porque vivimos en una cultura muy machista. Solo hemos conocido el sistema capitalista patriarcal colonial, no hemos conocido otro diferente.

En Colombia no estamos acostumbrados a trabajar de manera unida, solemos tener muchas sospechas hacia el otro. Además, somos un país que lleva 60 años en conflicto, entonces está en nuestra psique desconfiar del vecino. El vecino puede ser un guerrillero, un paramilitar; el vecino me puede hacer daño, por eso no tenemos esa unión.

Hay muchos, muchísimos movimientos feministas, pero todos están atomizados. Las marchas son muy difíciles de cuadrar. Salen unas, salen otras, luego hacen la marcha de la marcha. Yo creo que nos falta unión. El enemigo número uno del feminismo en Colombia somos nosotros mismos.

Yo misma he tenido que desmontarme millones de creencias de clase, de género, de raza que tengo por una mentalidad colonial que tiene este país.

Espero que nos empecemos a dar cuenta de lo importante de lo colectivo. Pero siento que, en el campo del movimiento feminista, esa unión está lejos de llegar.

Escuela de Negocios, Derecho y Ciencias Sociales
ENDECS

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