El cielo será rasgado por unas 400 toneladas de metal, que se encenderán por su reingreso a través de la atmósfera. Este furioso infierno se estrellará contra las aguas, en un área de quizás miles de kilómetros de longitud, señalando el final de uno de los mayores proyectos de la humanidad: la Estación Espacial Internacional (EEI).
La EEI ha estado orbitando la Tierra desde que comenzó su construcción en 1998 y ha recibido a más de 250 visitantes de 20 países desde que llegó su primera tripulación en noviembre de 2000.
Una reliquia de tiempos mejores
gran parte de los equipos de la estación tienen décadas de antigüedad, lo que eventualmente podría hacer que se vuelva peligrosa o incluso incontrolable en órbita, algo que ya le sucedió a la estación espacial Salyut 7 de la Unión Soviética en 1985, requiriendo dos cosmonautas para reactivar la estación giratoria.
Para evitar que vuelva a ocurrir una catástrofe de este tipo, la EEI será sacada de órbita en 2031, llevándola a través de la atmósfera para aterrizar de manera segura en el océano Pacífico.
El reingreso será el más grande de la historia y, en marzo, la NASA solicitó fondos al Congreso para comenzar el desarrollo de un “remolcador espacial” que podría ser necesario para realizar la tarea: una nave espacial que puede empujar la estación de vuelta a la atmósfera.
Aprovechando todo lo posible
Si bien será un espectáculo impresionante, hay algunos que temen que la salida de órbita de la estación sea un desperdicio de materiales.
La EEI no solo contiene una gran cantidad de equipos valiosos, sino también recursos útiles, como el metal de su armazón y sus paneles solares, que se han llevado al espacio a un gran costo.
“Es un costo irrecuperable. Reutilizaremos lo que podamos”, dijo John Klein, experto en política espacial de la Universidad George Washington de EE.UU.
A fines de 2022, un grupo de empresas, incluidas las estadounidenses CisLunar Industries y Astroscale, presentaron una idea a la Casa Blanca para precisamente sacarle provecho a la instalación.
Directo al cementerio espacial
Todo lo que sobreviva al reingreso caerá en Point Nemo, una extensión del Océano Pacífico entre Nueva Zelanda y América del Sur que a menudo se usa como cementerio de estructuras espaciales.
Esta área se considera lo suficientemente lejana de cualquier población y, debido a una peculiaridad de las corrientes oceánicas, también carece relativamente de nutrientes, por lo que alberga poca vida marina.
Aun así, la ruta de escombros de la EEI será enorme y diferente a todo lo visto antes, se extenderá varios kilómetros de ancho y posiblemente hasta 6.000 kilómetros de largo.