Este color amarillo es víctima de supersticiones y malos augurios, vuelve este otoño en su versión más fresca, desprejuiciada y rotunda.
Su uso dentro del hogar se asocia con la calidez, la alegría y la luz.
Tradicionalmente, es un color que se ha empleado con algo de miedo, en pequeñas dosis, como un pequeño toque revitalizante que aportaba un objeto decorativo como un jarrón, un cojín o una manta. Era una manera fácil de que no se nos fuera de las manos, de tenerlo bajo control, sin asumir riesgos.
Pero parece que esa precaución está desapareciendo y muchas de las grandes marcas de mobiliario han apostado por el alegre y vital amarillo para los tapizados y lacados de piezas de buen tamaño, desde un sofá a una mesa de comedor o una alfombra.
Las tonalidades de amarillo son innumerables (desde los tonos pastel como el amarillo canario a los más vibrantes como el limón o al ocre, el mostaza y el dorado) y, dependiendo de la elegida, combinará mejor con un color u otro. Pero en general es amigo de los grises, verdes, azules y de los tonos violáceos, que son su color complementario.
El célebre decorador británico David Hicks, que puso su sello a las casas más interesantes del Londres de los años setenta y es conocido en particular por su atrevido uso del color y los estampados, sabía mucho de distinguir entre tonalidades.
Espacios luminosos con la decoración en amarillo
Los tonos amarillos combinados con las tonalidades adecuadas y, evitando los excesos, pueden dar vida y a alegría a cualquier rincón de la casa.
La influencia de los colores en el estado de ánimo de las personas está comprobada, y a cada tonalidad se le asignan características concretas. Toda la gama cromática del amarillo desde los tonos brillantes hasta los más suaves transmiten energía y vitalidad. Y en cuanto a supersticiones hay dos creencias. Para unos es un color que trae mala suerte, mientras que para otros es un color que atrae el dinero.
Fuente: Pisos Iberia
Diplomado en Diseño de Interiores
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