Pinocho de Guillermo del Toro: la película de animación stop-motion más hermosa en años, lleva pocos días en la plataforma, pero ya se ha convertido en una de las mejores películas de Netflix y apunta varias nominaciones a los Premios Oscar de 2023.
La nueva versión del cineasta tapatío se trabajó durante 10 años y no tiene nada que ver con el concepto Disney. La cinta de Pinocho por Guillermo del Toro nos muestra a un Gepetto que lucha por aceptar la pérdida de su hijo Carlo, a encontrar esa resignación a la que todos en algún momento nos hemos enfrentado por la muerte de un ser querido.
Si bien ambas cintas abordan la analogía sobre el bien y el mal, la obediencia y la desobediencia, en esta adaptación, el director mexicano le pone un toque filosófico al recorrido en el que Pinocho aprende a “ser humano”.
Situaciones complicadas a las que seguramente ya te has enfrentado en más de una vez tu “nueva vida de adulto.” A continuación algunas de ellas.
“Algunas de las grandes obras de arte, en mi opinión, provienen de la animación. Y es un medio, no un género. Y es algo que necesita y exige el respeto para participar en la conversación en el lugar que le corresponde. Cuando pienso en cosas como La tortuga roja, cuando pienso en Hayao Miyazaki, cuando pienso en René Laloux en Francia y los hermanos Quay, esta es una forma de arte, y creo que queríamos llevarla a una película que discuta cosas realmente conmovedoras y profundas para nosotros.
¿Sabes? Vida, muerte, paternidad, desobediencia, libertad, ya sabes. Y cuando lo presenté en todos los estudios, ¿dirían que es para niños? Y dije que no, pero los niños pueden verlo si sus padres les hablan. Si quieres una película infantil, ese es un tipo diferente de película…” Comenta Guillermo del Toro
Más allá del interés de Del Toro por la antinaturalidad innata de Pinocho y la tierna manualidad que lo creó, en esta versión hay pocos elementos que realmente la vinculen con la historia original de Collodi.
La película es mucho más rica por ello. Junto al coguionista Patrick McHale, el director volvió a uno de sus temas más destacados: la abrasadora inhumanidad del fascismo y sus ideas rigurosas de conformidad y masculinidad. Pero esta vez es un musical, con delicadas tonadas de alhajero compuestas por Alexandre Desplat.
“Pinocho suele tratarse de lo que Pinocho aprende en el mundo y se convierte en un buen niño, y por ende, en un niño de verdad. Nuestro Pinocho no es eso, él cambia a todos, porque es tan puro. Cambia a Geppetto, cambia a Grillo, cambia a Spazzatura; cambia a todos. (y por eso) Aprende quién es como ser humano”, señala del Toro.
A lo largo de la película ayuda a otros a transformarse; es decir, amar lo imperfecto y lo carente, para aceptarlo, no para moldearlo en la obediencia, no para moldearlo como madera, sino para transformarlo en aceptación.
Una de las grandes diferencias que hay entre el clásico de Disney y la nueva versión de Guillermo del Toro, es que Pinocho tendrá que aprender a ser una persona perfectamente imperfecta, es decir, apegarse a sus “defectos” y a sí mismo, dando un giro a la historia.