Roxana es John Faber. Una joven indígena transgénero se abre camino en el mundo de la moda: de este modo sus tejidos perlados iluminan las últimas creaciones de la diseñadora colombiana Laura Laurens, desde Bogotá hasta Londres, París y Nueva York.
De manos fuertes “como un oso”, y también su animal fetiche, teje con delicadeza, en la reserva Karmatarrua de la etnia Embera, cerca del municipio Andes (noroeste).
Mientras que, un cliente compra una de sus creaciones, de entre 300.000 y 1,2 millones de pesos (de 100 a 400 dólares), por tanto se lleva “todo este tramado de historias que hay detrás de la prenda”.
En consecuencia, una docena de indígenas transgénero, que también cultivan café, le ayudan. finalmente Laura inserta las chaquiras en sus modelos: motivos florales en el cuello de una túnica, líneas geométricas en los tirantes de un vestido de diseño poco convencional, botones hechos de balas perladas, etc.
Del mismo modo “Yo les mando el patrón en papel y ellas hacen el telar en la misma figura (…) Así, me envían las piezas y después yo las ensamblo aquí (…) Es todo un trabajo a mano”, explica en su taller “show room” de Chapinero, el barrio bogotano de moda.
También se inspira en las figuras que se hacen con chaquiras, como la cabeza de tigre, que estampa en textiles coloridos tipo arco iris, símbolo de la comunidad LGBTI y de armonía entre los indígenas.
Culturas entretejidas
de este modo , el encuentro de estos “dos mundos” se consolidó en febrero cuando se presentaron en Londres, acompañadas de Yina Panchi, prima de Roxana.
“Así como el proyecto lo hemos tejido juntas, lo seguiremos tejiendo juntas allá”, cuenta evocando la alegría de las jóvenes trans en la capital británica que así “podían mostrarse como son”. “Nadie las miraba raro (…) Tal vez acá, la gente es más mirona, más cansona (fastidiosa), con más prejuicios”, señala.
Tal vez minoría por punta y punta
Gracias al activismo de mujeres, hombres trans, no binarios y feministas, “sabemos mucho más ahora de cómo se han afectado de manera inaceptable los derechos de estas personas”, afirma Camila Esguerra de la Universidad Nacional.
Para esta antropóloga, hay que “subsanar el oprobio histórico”. Además “la expulsión familiar, escolar, del territorio, terminan en la imposibilidad de ingresar al mercado laboral en condiciones de trabajo y de empleo dignas”. Como resultado “La sociedad condena a la pobreza y a la muerte a estas personas”, agrega.
La Defensoría del Pueblo (Ombudsman), entidad que protege los derechos humanos, registró el año pasado 71 casos de violencia contra personas transgénero, “una de las poblaciones más discriminadas de la sociedad colombiana”.
Con voz pausada Roxana evoca el proceso doloroso que la llevó a reivindicar su identidad, para el disgusto de su madre y parte de la comunidad embera, otra minoría marginada. “¡No quería ser un chico hombre! ¡Quería ser una chica trans!”.Ella espera que el 31 de marzo, Día Internacional de la Visibilidad Transgénero, ayude a tomar conciencia.
“En unas clases de trabajos, no nos tienen en cuenta (…) hay que ser hombre hombre o mujer mujer”, lamenta. “Falta la igualdad”.
Fuente: El Universo