La inteligencia artificial en su vertiente más creativa es una suerte de Renacimiento donde los humanos ejercen de maestros y las máquinas de aprendices.
Cada vez más habitúa la inteligencia artificial, está para muchos directamente emparentada con la cadena de montaje, y esto es en realidad lo peor que le puede pasar a esta tecnología.
Sin embargo, y pese a que la automatización que hizo posible la cadena montaje fue una de las invenciones más fenomenales del siglo pasado, que la inteligencia artificial ligue también a ella sus designios es definitivamente una mala noticia tanto para quienes han estado involucrados en su creación como para quienes usan esta tecnología, asegura Ben Lamm en un artículo para AdWeek.
La inteligencia artificial no tiene que ver en modo alguno con la velocidad y tampoco con los números. El último objetivo de la inteligencia artificial es agasajar a las empresas con elevados niveles de innovación y pertrecharlas de nuevas ideas.
Sin embargo, ese pensamiento divergente que algunos han querido negar a la inteligencia artificial está emergiendo poco a poco en esta tecnología, perfectamente apta para alumbrar tráilers de películas y hasta para escribir guiones.
Y con todo, esa capacidad de replicar que tantos echan en cara a la inteligencia artificial es también profundamente humana. Todo el arte es una suerte de reproducción.
El entrenamiento de la inteligencia artificial con fines creativos exige, eso sí, tiempo y paciencia. En las fases más primigenias de su proceso de entrenamiento
Es increíblemente difícil imaginarnos a una inteligencia artificial con semejantes capacidades creativas y aún más difícil vernos desposeídos de nuestro puesto por culpa de un robot.