Erno Rubik; el cubo no es tan sólo un juego, sino un cebo para la concentración, la curiosidad, el sentido lúdico y el desafío. “Creo que nos hemos vuelto muy poderosos, y apenas sabemos cómo usar nuestro poder”. Es lo que ve y opina Erno Rubik desde la atalaya de los casi 50 años que han pasado desde que creó la quintaesencia de los rompecabezas que llevan su nombre.
Todavía hoy es un desafío para niños, jóvenes y adultos de todos los géneros y de todas las nacionalidades. Es una de las pruebas para entrar en la primera universidad del mundo, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el MIT.
Muchos se han interesado por el cubo. Empezando por los matemáticos. Hicieron falta más de 30 años para encontrar la manera más rápida de resolver el cubo, probando que son suficientes veinte movimientos –los llegaron a llamar los números de Dios- para ir de una posición a otra, lo que en sentido común significa resolverlo. Se necesita paciencia, esfuerzo y sabiduría para resolver el desafío.
Erno Rubik: Yo era profesor de Diseño en la universidad de Budapest y, en Diseño, tú necesitas algún tipo de experiencia y conocimiento sobre el espacio y la geometría descriptiva o geometría tridimensional. Es una materia que necesitas para expresar tus ideas. Otra cosa que tienes que entender son las relaciones espaciales y cómo comunicar el espacio. Y esa es una larga tradición que empezó hace mucho con la perspectiva y con los diseños capaces de transmitir el conocimiento de una idea.
Para mí, es la actividad humana más importante: transformar el espacio, transformar los objetos y, en última instancia, el mundo, empezando por nuestro entorno, de acuerdo con nuestras necesidades. Así que yo estaba trabajando con diversas ideas y encontré la Geometría, debido a la sencillez de su entendimiento del espacio. Y la amaba en parte porque yo estaba muy interesado en la ingeniería y el movimiento, es decir, no sólo una estatua ahí plantada, sino las estructuras móviles.
Las contradicciones del cubo.
Es una contradicción, y puedo decir que yo adoro las contradicciones. Porque eso hace que las cosas estén vivas. Para mí el cubo no es nada más que la representación de un problema. La belleza no está en el cubo sino en lo que esconde, en su contenido. La belleza es su complejidad oculta, tú sólo puedes ver en un tiempo qué necesitas para descubrirlo. Ahí está el problema. Y se mueve, pero es un desafío abierto.
En ese sentido, este cubo es una herramienta y yo adoro las herramientas que hacen humanos a los humanos. Cuando empezamos a crear utensilios, nos volvimos más poderosos y capaces de cambiar el entorno; de sobrevivir en condiciones adversas. El cubo es una herramienta para resolver un problema que se representa en sí mismo, no es nada más. Por eso, necesitaba hacerlo lo más simple posible, porque el problema en sí mismo es complicado, como la Naturaleza en su visión histórica. Después, puedes ver cómo a la gente le gusta complicar las cosas. Con el cubo se puede inspirar.
Los colores del cubo.
Los colores son muy fáciles de reconocer, son muy vivos. Si hago un dígito o una letra sobre cada pieza, las formas se complican, las letras toman direcciones diversas. El color es el color y no tiene ni más ni menos lo que es necesario. Es muy importante y elegí los tres colores básicos del pasado: rojo, azul y amarillo. En medio, la mezcla, los complementarios y así… Es una fórmula muy sencilla. el blanco como el contraste más fuerte con el fondo que es negro, que da vida a los colores.
Era un objeto bello y los matemáticos lo encontraron muy interesante. Estaba conectado con una parte muy especial de las Matemáticas como ciencia, la Teoría de Grupos, que es muy abstracta aunque la puedes reducir a contar cosas y ya no es tan abstracta. Al final, es verdad, su contenido se volvió muy abstracto como su modo de describir el mundo que nos rodea.