Las ayudas europeas deben impulsar la creación de un contenido industrial local altamente competitivo y respaldar el sector energético.
Es un lugar común afirmar que la recuperación económica, tras el vendaval del Covid-19, pasa por la industrialización de nuestra economía. La carencia de un sector industrial fuerte se nos ha revelado como una debilidad sistémica de gran calado. No es pues un tema menor apostar por una reindustrialización que, en lo que se refiere al mercado energético, es de enorme relevancia porque todo está en profundo cambio: aparecen nuevos modelos de negocio, nuevas tecnologías, nuevos actores, nuevas incertidumbres y, sobre todo, muchas nuevas oportunidades.
¿Cómo se industrializa un país o, al menos, un sector de su economía?
No basta una decisión política para crear industria de la noche a la mañana. La industrialización es una tela de araña que se va tejiendo lentamente, con esfuerzo, sin pausa, conformando un ecosistema favorable que se alimenta a sí mismo a medida que crece y que finalmente lleva a las empresas a decidir producir aquí y no en otro lugar.
Y para que esto suceda es clave tener la valentía de responderse a la siguiente pregunta: ¿Qué nos hace diferentes y competitivos?
Lo primero es el talento. Para que una industria florezca hay que cuidar el talento propio, identificarlo, dotarlo de medios y permitir que de él florezcan ideas, nuevas tecnologías, nuevas aplicaciones, nuevas mejoras de los productos que los hagan más competitivos.
En este sentido, las empresas de clara vocación industrial deberían trabajar codo con codo con los centros de investigación en coordinación con la Administración.
La actividad de I+D+i
No tiene sentido, y no es una estrategia eficiente, que cada actor vaya por su lado. La actividad de I+D+i tiene que estar planificada con una orientación muy clara: hacer a las empresas nacionales más competitivas para que salgan victoriosas más allá de nuestras fronteras. Y para que esto suceda las empresas deben participar en la concepción, diseño y estrategia de los centros de investigación desde el inicio.
Pero el talento, y en nuestro país hay centros de investigación punteros en el mundo, lamentablemente no es suficiente.
Desde el talento se inicia la cadena de valor, pero muchas buenas ideas se quedan aparcadas. No es suficiente disponer de avanzados desarrollos teóricos si no somos capaces de crear las condiciones necesarias para convertirlos en proyectos piloto, en test reales de prueba y error, en un primer boceto de producto, ahora ya tangible, medible y real, aunque sea a modo de prueba, para que de ahí se convierta en un producto industrializable.
En este sentido, es fundamental crear desde la Administración las condiciones favorables para que las empresas participen en la financiación de los programas piloto de nuestra nueva tecnología.
Fuente: CincoDías
Ingeniería Industrial y de Sistemas de Calidad.
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