SAGA, una obra dancística que responde si un robot puede crear arte #NoticiasESCAT #Uninter

En SAGA se narra la historia de Daniel, un niño de ocho años cuyo único interés son los videojuegos.

¿Puede un robot crear arte?, es una pregunta que suele formularse Gloria Mendoza Franco, coordinadora del Laboratorio de Investigación en Ergonomía del Posgrado en Diseño Industrial de la UNAM, y a fin de esclarecer su duda, desde hace un par de años colabora con las compañías ASyC y Bioscénica, con las que ha montado una obra coreografiada donde un androide actúa y baila.

En SAGA se narra la historia de Daniel (interpretado por el bailarín Sergio Vázquez), un niño de ocho años cuyo único interés son los videojuegos y quien se niega a poner un pie fuera de su casa pues desea evitar el contacto con otros humanos —en especial con los de su edad—, hasta que un día, de la pantalla de su computadora emerge un pequeño androide de apenas 58 centímetros de alto, llamado Kiro, que poco a poco lo animará a asomarse al mundo.

“La obra retrata una condición cada vez más común —al grado de tener una palabra en japonés para definirla, hikikomori—, la cual deseábamos abordar, ya que la tendencia a aislarse y a la intolerancia al otro apunta a problemas serios. Con ello quisimos plantear que sí hay maneras de salir de esta reclusión autoimpuesta y, en el caso de nuestro protagonista, será de la mano de un androide”, expuso la coreógrafa Alicia Sánchez, directora de ASyC.

Por su parte, Gloria Mendoza señaló que la oportunidad de colaborar en esta pieza llegó en el momento justo, “cuando tras mucho estudiar la interacción humano-robot en el Laboratorio de Investigación en Ergonomía de la UNAM nos encontramos en un punto donde —como el personaje de Daniel en SAGA— debíamos salir de este ambiente tan controlado y probar suerte en un entorno real. Desde un principio el proyecto me encantó y así comencé a trabajar con los artistas”.

El espíritu en la máquina

Para la ingeniera en biónica, formar parte de SAGA es una oportunidad inmejorable para llevar su investigación un paso adelante e indagar cómo reaccionan artistas y público frente un autómata. “Con los primeros perdemos gradualmente la empatía; al principio están fascinados y al final terminan viéndolo como un instrumento de trabajo. En contraste, con el auditorio la reacción siempre es maravillosa y se forjan fuertes lazos emocionales”.

Con estos resultados en mano, la profesora de la UNAM planea redactar un artículo. “La meta inicial era sacar conclusiones y publicarlas, pues somos academia y a eso nos dedicamos, pero a lo largo de esta experiencia he ido viendo que el arte funciona diferente y que su interés no está en aparecer en una revista, sino en comunicar algo a los demás, por esta vía aún podemos avanzar”.

¿Y puede un robot crear arte?

Nuestra conclusión es que, en este caso, sí, pero darle sentido en el espacio escénico siempre dependerá de lo humano. Si Kiro estuviera moviéndose solo bajo los reflectores no pasaría nada, sería un espectáculo bonito, hueco y carente de emoción. Que logre conectarse con el público se debe a que Sergio, nuestro bailarín, está todo el tiempo ahí, insuflándole a cada momento intencionalidad”.

Universidad Internacional

Ingeniera Ambiental

                                                                                                      Fuente: Omar Páramo, http://www.unamglobal.unam.mx/?p=16855