Conocido coloquialmente en el ámbito de las Relaciones Internacionales como “el amigo de todos, enemigo de nadie”, México ha basado su actuar a lo largo de los años en los lineamientos constitucionales. De acuerdo con el artículo 89, fracción X, la política exterior mexicana debe regirse por siete principios: no intervención, libre autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de las controversias, la proscripción de la amenaza y uso de la fuerza en las Relaciones Internacionales, igualdad jurídica de los Estados, cooperación internacional para el desarrollo, y la lucha por la paz y la seguridad internacionales. Cabe mencionar que el respeto, la promoción y la protección de los Derechos Humanos también tienen una “relevancia” particular para el Estado mexicano.
Aunque en teoría podríamos afirmar que la política exterior de México ha seguido el marco constitucional, la realidad muestra múltiples casos que generan dudas sobre el actuar del país. Se observa una brecha entre lo que debería ser el actuar oficial del Estado y lo que realmente sucede, a veces evidenciando un conflicto entre lo interno y lo externo.
En meses recientes, el mundo se convirtió nuevamente en un campo de batalla con los conflictos armados entre Rusia y Ucrania, y entre Israel y Palestina. En el primer caso, la comunidad internacional occidental, indignada por la alteración de la convivencia “pacífica”, condenó los actos rusos y solicitó el cese de la violencia en foros internacionales. Este grupo también acordó imponer sanciones económicas.
Sin embargo, México recibió críticas por su condena tardía, la falta de refugio y protección al pueblo ucraniano, la ausencia de ayuda humanitaria en el primer avión de la Fuerza Aérea Mexicana a Ucrania, y la negativa a imponer sanciones económicas a Rusia. Además, la creación de un grupo de amistad México-Rusia por parte de la Cámara de Diputados generó controversia.
La postura mexicana en la crisis entre Israel y Palestina también generó cuestionamientos. México se posicionó a favor de la paz y el diálogo, evitando involucrarse en posturas radicales contra alguno de los grupos en conflicto. No obstante, condenó los ataques a civiles y abogó por una solución justa, pacífica y duradera.
La política exterior de México, en medio de tensiones internacionales, revela una irregularidad que suscita cuestionamientos. Parece que los principios de la política exterior son flexibles y se adaptan a la situación y a los actores involucrados, pudiendo aplicarse al pie de la letra o tener consideraciones según las circunstancias.
La afirmación “amigo de todos, enemigo de nadie” se revela equivocada; México es amigo de sus propios intereses, al igual que otros países. La diferencia radica en que, debido a la falta de otros mecanismos más violentos y coercitivos, México se refugia bajo el multilateralismo y sus principios.
México es pragmático y es probable que continúe siéndolo, a menos que algo extraordinario impacte positivamente en su poderío. Sigamos analizando críticamente el actuar del país y disfrutemos de las migajas de soberanía que aún poseemos, al menos hasta que alguna amenaza comercial, económica o política nos haga cambiar “voluntariamente” de opinión.
Redacción: Milene Ríos.
Edición: Aldo L. Alcón.
Departamento de Relaciones Internacionales.