La libélula robot fue diseñada por la CIA estadounidense una de las instituciones que tiene todo un tesoro tecnológico en su historial. El “insectocoptero” espiaba y se comunicaba mediante retroreflectores.
En el museo de la CIA en Washington se encuentra esta libélula robot junto multitud de otros dispositivos creados en la época. Dispositivos que van desde palomas con cámaras hasta excrementos de tigre que registraban movimientos de tropas.
La libélula fue conocida desde 2003 cuando apareció por primera vez en público, 50 años atrás el espiar mediante micrófonos ocultos era lo último en tecnología de espionaje.
La CIA encontró un método ingenioso para escuchar remotamente, los retrorreflectores, esos vidrios permite reflejar la luz láser emitida por una fuente y así detectar cualquier vibración que altere el reflejo.
Las vibraciones generadas por el sonido en los vidrios eran fácilmente detectables, por lo que analizándolas uno podía decodificar de qué se estaba hablando alrededor.
Volar una libélula robot
Una de las ideas que tuvo la CIA para llevar vidrios retrorreflectores a los lugares objetivo sin ser detectados era utilizando insectos. Insectos robot que pudiesen ser controlados por ellos para acabar justo en el punto adecuado.
Tras probar con diferentes ideas como las abejas, se decantaron por las libélulas por la estabilidad de vuelo que tienen, por su vuelo son capaces de flotar en el aire, planear e incluso volar hacia atrás. Esto hace que sea mucho más fácil para el humano imitar su vuelo.
El aleteo de una libélula alcanza 1.800 aleteos por minuto, para lograrlo los científicos utilizaron un oscilador fluídico, que se impulsa sólo por gas producido por cristales de nitrato de litio.
Lo que hicieron los ingenieros de la CIA fue colocar un propulsor adicional en al parte trasera, esencialmente una propulsión a chorro para un dispositivo de apenas 6 centímetros de largo.
Ahora había que encontrar cómo hacerla volar donde se desease y nada de control remoto por radio (no se podía añadir más peso a la libélula) en su lugar decidieron utilizar los propios retrorreflectores ya incorporados también para controlar el insecto.
Un rayo láser infrarrojo y por lo tanto no visible al ojo humano apuntaba a la libélula durante el vuelo, el láser calentaba una tira bimetálica que permitía abrir o cerrar la propulsión del insecto, además otro láser dirigía a duras penas el insecto hacia su destino.
El insecto robot era capaz de volar unos 200 metros de distancia con una autonomía de unos 60 segundos (a día de hoy hay algunos que ya vuelan sin batería). Más que suficiente para llegar al objetivo y dejar caer su carga útil.
Ideal en la teoría, no tanto en la práctica
La libélula nunca llegó a utilizarse en misiones reales según la CIA, en el laboratorio, la libélula volaba correctamente. El problema es que en el laboratorio el vuelo era en un túnel de viento estable y con un entorno controlado. En el mundo real, implica un entorno en el que cualquier brisa puede desviar y perder el insecto robot, esto es un gran problema si consideramos que se controla con alguien apuntando constantemente con un láser a él.
Nos queda ahora la historia y el hecho de ser otro proyecto que se inspira en la naturaleza para imitarla con tecnología.