Bien lo expuso el ministro bautista estadounidense Joseph Fort Newton: “Los hombres construyen demasiados muros, pero no suficientes puentes”. Esta afirmación aún encuentra asideros en la decadencia del presente, lo que puede verse en los muros que aún dividen al mundo. Uno de los proyectos de ingeniería y arquitectura más ambicioso del siglo XX fue el llamado “Muro Atlántico”. El Gobierno de Hitler mandó a construir, de 1939 a 1944, un extenso sistema de fortificaciones con el objetivo de prevenir una posible invasión de los aliados, por lo que alrededor de 15 mil edificaciones blindadas se imponían a lo largo de la costa Europea.La impresión de la arquitectura modernista, distribuida por puntos estratégicos, desde la costa norte de Francia hasta Dinamarca y Noruega, aparece como un sueño, como una visión del futuro, una utopía que en realidad representa la ruina de una etapa de la humanidad, en el sentido amplio de la palabra.
En un artículo para The Guardian, el escritor de ciencia ficción J.C. Ballard, después de recorrer los rastros de esta muralla atlántica en la playa de Utah, describe: “En el borde occidental del terreno de aterrizaje, está en silencio. Unas pocas olas se deslizan sobre la arena como si estuvieran demasiado aburridas para pensar en otra cosa. La tierra costera parece más baja que el mar, y no se hace eco de los sonidos de la guerra dentro de la cabeza”.
Ese mismo silencio que reconoce el autor inglés lo proyectan las artistas británicas Jane y Louise Wilson, en Sealander (2006), cuyas imágenes misteriosas y escalofriantes a gran escala parecen habitarnos y nos persiguen con una carga psicológica desconcertante, como si mostraran otra dimensión en la cual la creación y la destrucción son exactamente lo mismo.
Cuando los nazis llegaron al poder cerraron rápidamente la Bauhaus. Por ello, para Ballard la muralla representa la última etapa de una visión que se acentúa en el estilo de los coches Mercedes —”paranoicos y agresivos a la vez”— y en las cocinas y cuartos de baño de los años 60 —”laboratorios de azulejos blancos, limpios y asépticos, como si los seres humanos fueran algún tipo de enfermedad”.
Las silenciosas estructuras geométricas son los vestigios del mismo “soplo de aire fresco y posibilidad” que suponía el periodo heroico del modernismo, ocurrido de 1920 a 1939, pero simultáneamente marcan el final de una estética. Las construcciones de concreto se valen de los mismos principios estéticos para responder a las necesidades de defensa: muros de más de tres metros evitan los ángulos rectos, formas orgánicas y redondeadas utilizadas por su menor riesgo estructural y de derribo. Las ventanas corridas, más allá de seguir con una propuesta de Le Corbusier, son mirillas panorámicas de resguardo y seguridad.
La de Utah es una de las cinco playas normandas por donde desembarcaron los aliados en el trágico y heroico Día D, con la Operación Overlord. Después de tres meses del desembarco, la guerra culminó con la liberación de los territorios de Europa occidental ocupados por la Alemania nazi, pero la dolorosa huella de la guerra permanece silenciosa en los antiguos edificios, que configuran múltiples sentidos simbólicos.
La instalación documental de las hermanas Jane y Louise Wilson ofrece un sentido contemporáneo a los significados impregnados en las edificaciones. Para las artistas británicas la arquitectura es una forma de hipnosis colectiva, por lo que su trabajo es un intento por reconstruir las asociaciones que conforma la memoria colectiva, el tiempo suspendido en los rastros de un momento histórico.
El símbolo del silencio en la obra de las gemelas dialoga con las reflexiones de Ballard. Cuando el escritor interactúa con estas antiguas construcciones, no encuentra los ecos de la guerra. Sin embargo, percibe el final de una utopía: como las hermanas Wilson, observa el oxímoron de la creación que destruye en la historia que hay detrás. En las exigencias de una geometría pura y sin adornos, Ballard intuye el principio de la muerte de una estética, que utiliza los mismos mecanismos como despojo del hombre en la arquitectura y ya no como posibilidad del ideal utópico.