Los desfiles de Y/Project y Aldo Maria Camillo protagonizan la edición número 95 de Pitti Uomo, la feria de moda para hombre más relevante del sector.
Uno de los aspectos más atractivos de Pitti Uomo, la feria que la plataforma florentina Pitti Immagine dedica a la moda masculina, es que ofrece una fotografía fija de una industria que tiene más de minucioso que de espectacular. La edición número 95, que comenzó el pasado martes 8 de enero y concluye hoy, ha constituido en ese sentido un observatorio óptimo para tomarle la temperatura al sector. También para valorar sus contradicciones y juegos de equilibrismo.
El centro de Pitti Uomo es la feria comercial en la que 1.230 firmas, desde sastrerías centenarias hasta firmas emergentes, han presentado sus colecciones para la temporada otoño/invierno 2019 en stands dirigidos a compradores profesionales y a la prensa. Sin embargo, la mayor expectación es para los desfiles y eventos de la programación especial, que aportan vanguardia e imaginación a una feria necesariamente realista y pragmática.
Este año la estrella indiscutible era la firma parisina Y/Project, capitaneada por el alemán Glenn Martens y nombre insoslayable en la moda independiente. Martens accedió a la dirección creativa tras el fallecimiento en 2013 del fundador de la firma, Yohan Serfaty. Desde entonces viene poniendo en práctica un planteamiento ajeno a las categorías y lleno de fluidez millennial. Tal y como señaló en el encuentro con la prensa previo al desfile, su colección para el próximo invierno aboga por abolir estereotipos y convenciones relativos al género, la edad o el cuerpo.
De ahí que las prendas que presentó el pasado 9 de enero en el claustro del conjunto monástico de Santa Maria Novella fueran una incursión en el guardarropa del siglo XX sometido a las metamorfosis del XXI. Había chupas de cuero vegano, vaqueros, trajes de raya diplomática, camisas de vestir y jerséis de punto, pero declinados de un modo insólito gracias a costuras, juegos de escala, aberturas, cremalleras y botones que permiten que cada cliente elija cómo vestir cada pieza. En lugar de prendas complejas que requieren libro de instrucciones, Martens aboga por la libertad de cada usuario.
Tal vez por eso prescindió de iluminación convencional y distribuyó linternas de bolsillo a los invitados, que alumbraban de forma aleatoria a los modelos que desfilaban ante ellos. Sin focos —era ya de noche— ni calefacción —al aire libre en pleno enero—, el desfile fue un despliegue de riesgo con un ojo puesto en el mercado, porque sirvió para introducir las nuevas líneas de calzado y bolsos de la firma, demostrando que Martens no solo conoce a la perfección la moda experimental, sino también las claves que definen hoy en día el mercado del lujo.
Este ejercicio de nostalgia controlada no ha sido una excepción. La firma coreana Beyond Closet presentó una colección inspirada en la indumentaria militar estadounidense. También la marca Haculla hizo valer el eterno magnetismo que la moda siente hacia todo lo que parece ajena a ella. La excusa era el arte urbano neoyorquino, pero el objetivo era proyectar autenticidad, como si sus prendas, recién salidas de los talleres de la firma, aspirasen a ser otras cosas: hallazgos de mercadillo, herencias de hermano mayor y retales cosidos y recosidos mil veces. Por eso, ahora que la memoria de una prenda, real o inventada, es tan importante como la etiqueta de composición, las firmas que sí pueden presumir de historia como Barbour y Diadora han sacado músculo al celebrar, respectivamente, su 125º y 70º aniversario. En el reino de lo efímero no hay ningún argumento tan convincente como la longevidad.
Fuente: El País
Licenciatura en Diseño de Modas y Tendencias Internacionales